Tras años de exceso de gasto tanto en el sector público como en el sector privado, dando lugar a un fuerte crecimiento del PIB pero también a un elevado doble déficit, la economía húngara cayó en una profunda recesión en 2009. El PIB se contrajo un 6,3%, al verse afectados por los ajustes presupuestarios los sectores orientados a la demanda interna, mientras que las exportaciones industriales acusaron el derrumbe económico en la eurozona, ya que Hungría depende mucho de sus exportaciones a otros países de la UE. En 2010, se reanudó el crecimiento, en particular en el segundo semestre del año, con un aumento interanual del PIB del 1,7% en el tercer trimestre y del 1,8% en el cuarto trimestre, como resultado de la recuperación de las exportaciones industriales. Sin embargo, la demanda interna permaneció deprimida, ya que tanto los hogares como las empresas siguieron conteniendo el gasto, debido a la escasez de nueva financiación, las elevadas obligaciones del sector privado en materia de deuda denominada en moneda extranjera [fundamentalmente en euros o francos suizos], los recortes presupuestarios, la caída de los ingresos reales y el alto índice de desempleo, que se situó en el 11,2% en enero de 2011. Tras registrar un máximo del 9,6% en 2009, la inflación cayó, si bien los beneficios se vieron invalidados por el aumento de los impuestos y de las tarifas del sector público. Desde el 4,7% de diciembre de 2010, la inflación cayó al 4,0% en enero de 2011. El Banco Nacional de Hungría ha contenido todavía más los precios de consumo al aumentar su tipo básico en 50 puntos básicos desde noviembre de 2010, hasta situarlo en el 6% en enero de 2011. El sector bancario tiene una cartera de préstamos debilitada, con un alto riesgo por tipo de cambio y un índice de morosidad por encima del 10%. El 90% del sector bancario está en manos extranjeras. Política económica En octubre de 2008, el florín se desplomó al hacer frente a una percepción cada vez más adversa del mercado mundial respecto a la moneda húngara. El FMI y la UE introdujeron un paquete multilateral de rescate masivo para sostener al florín y las reservas internacionales profundamente menoscabadas. El acuerdo de derechos de giro ascendió a 25.800 millones de dólares, aportando el FMI 15.900 millones de dólares sujetos a condiciones específicas. El paquete cubría 17 meses, estando 6.300 millones de dólares disponibles de manera inmediata y liberándose el resto en cinco plazo, condicionados a revisiones trimestrales. La consolidación fiscal controlada por el FMI condujo a una reducción del déficit presupuestario que pasó de un máximo del 9,3% del PIB en 2006 al 3,9% del PIB en 2010, al introducir el anterior gobierno nuevas medidas de austeridad, frenando el gasto del sector público todavía más y aumentando los impuestos, en particular el IVA. La política económica no ha conseguido de momento satisfacer a los mercados financieros, a las agencias de calificación y al FMI. En el verano de 2010, el nuevo Gobierno se resistió a las exigencias del FMI de imponer más recortes de larga duración al gasto público, sosteniendo que no era posible introducir nuevas medidas de austeridad, y se negó a negociar un nuevo acuerdo con el FMI. El FMI y la UE también criticaron la introducción, a mediados de 2010, de impuestos adicionales a los bancos y a las empresas con el fin de mejorar el equilibrio fiscal, mediante la inyección de 700 millones de euros adicionales en un plazo de tres años. Los más afectados por la subida de impuestos son las instituciones financieras de propiedad extranjera, el sector minorista y las empresas de telecomunicaciones y energía. Otra medida que se aleja de una política fiscal sólida fue la decisión, en noviembre de 2011, de transferir fondos privados de pensiones por valor de 14.600 millones de dólares al sector público, invirtiendo una de las principales medidas de privatización de finales de los años noventa. La Administración tiene previsto utilizar el fondo de pensiones para pagar las actuales pensiones públicas y recortar la deuda, en un intento por reducir el déficit presupuestario por debajo del 3% del PIB. Sin embargo, cualquier mejora conseguida de este modo sería artificial y de corta duración, ya que la posición fiscal estructural permanecería invariable, al tiempo que aumentarían los riesgos a largo plazo. Como consecuencia de las polémicas medidas desfavorables para el mercado, la calificación crediticia de Hungría se rebajó 2 niveles, estableciéndose en Baa3, al límite de la consideración de `basura´. Al mismo tiempo, han aumentado las tensiones entre el gobierno y el banco central en relación con la política fiscal y monetaria. A finales de 2010, el gobernador del banco central criticó abiertamente los planes del gobierno de reducir los impuestos, ya que dicha medida pondría en peligro la situación presupuestaria y dispararía la inflación. Como respuesta a estas críticas, la presión política sobre el consejo del banco central aumentó a finales de febrero cuando el gobierno incrementó su influencia sobre el Consejo de Política Monetaria del Banco Central, suscitando inquietudes adicionales sobre la independencia del banco y su política monetaria. La solvencia sigue siendo débil con ratios de exportación y PIB desfavorables. El ratio del servicio de la deuda sigue siendo alto, lo que parece sugerir claramente que Hungría necesita mejorar sus relaciones con el mundo financiero internacional. En este sentido, las últimas políticas económicas son motivo de preocupación respecto a la disposición de Hungría para cumplir las normas internacionales y puede que incluso respecto a su disposición para hacer frente a sus obligaciones en materia de deuda externa. La posición externa ha mejorado considerablemente como resultado de la recesión, habiendo caído drásticamente el déficit por cuenta corriente en 2009, al reducirse las importaciones más que las exportaciones. Más recientemente, un repunte de las importaciones ha contribuido a nuevos déficits por cuenta corriente en 2010 y en 2011. Sin embargo, los importantes déficits registrados en los años anteriores a 2009 no volverán a verse en un futuro próximo. En febrero de 2008, el Banco Nacional abandonó la banda de fluctuación del florín, dejando expuesta a la moneda a una mayor percepción de volatilidad por parte del mercado y a una depreciación efectiva respecto al euro. Perspectivas muy inciertas En 2011, se prevé un crecimiento más sólido del PIB, del 2%, pero el resultado depende de una mejora de la demanda de consumo y una mayor consolidación de las exportaciones. Si bien se aprecian signos de un rebote en el consumo privado, la recuperación sigue siendo frágil. Las pérdidas por créditos han aumentado en los últimos tiempos, al haberse visto afectados los bancos y los hogares con deuda hipotecaria denominada en divisas extranjeras por la fortaleza del franco suizo. La morosidad sigue siendo habitual en todos los sectores, incluyendo los compradores públicos, como los ayuntamientos y los ministerios. La construcción y el transporte, en particular, destacan por su historial de pagos muy atrasados. Tras registrarse un aumento del 17% interanual de las insolvencias de empresas en 2010, Crédito y Caución prevé que éstas sigan subiendo en los próximos meses, siendo las principales víctimas los sectores de la construcción, la alimentación, bienes de consumo duraderos, TI y ventas minoristas. Tras cierta flexibilización de las condiciones de crédito a principios de 2010, Crédito y Caución prevé que los préstamos vuelvan a endurecerse y a encarecerse en 2011, debido al nuevo impuesto aplicado a la banca. Las instituciones financieras restringirán el crédito o repercutirán la carga fiscal a sus clientes. Sin embargo, las pequeñas y medianas empresas deberían poder acceder a préstamos de fuentes públicas más fácilmente que en el pasado, gracias al Nuevo Plan Széchenyi [un plan de acción del gobierno en 29 puntos destinado a impulsar la economía], que se supone que facilitará créditos por importe de 1 billón de florines procedente de ayudas de la UE y de financiación nacional. Sin la ayuda del FMI/UE, la posición de Hungría en los mercados internacionales depende en gran medida de la confianza del mercado. Para intentar recuperar la mermada confianza, el 1 de marzo de 2011 el gobierno anunció un exhaustivo plan presupuestario destinado a reducir la deuda pública del 80% del PIB en 2010 al 66% del PIB en 2014, y a llevar el déficit presupuestario al 1,9% del PIB, con un ahorro presupuestario de 4.600 millones de dólares a partir de 2013. El plan incluye un aplazamiento de la reducción del impuesto de sociedades, una ampliación del polémico impuesto a la banca más allá de 2012, normas de prestaciones sociales y jubilación más estrictas, una reducción del gasto en pensiones y un impulso al empleo. Sin embargo, la administración todavía no ha comunicado los detalles respecto a cómo se aplicarán estas medidas y cómo se limitará el gasto en el futuro, provocando una respuesta poco entusiasta por parte de los inversores internacionales. Los problemas económicos de Hungría requieren un enfoque estructural, más allá de simples medias de austeridad. El nuevo plan presupuestario no cambiará el hecho de que las recientes medidas de política económica del gobierno poner fin al programa del FMI, impuestos a la banca, transferencia de fondos de pensiones, su enfrentamiento con el banco central han dañado la reputación, antes sólida, en los mercados internacionales, debilitando su fiabilidad como deudor y la solidez presupuestaria a largo plazo. Por consiguiente, las perspectivas para la deuda soberana son negativas. |
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