Las empresas españolas se encuentran en la actualidad con un difícil acceso a la financiación bancaria. Así se desprende del Boletín Estadístico del Banco de España, donde en el mes de diciembre el crédito nuevo concedido a las empresas alcanzó los 62.300 millones de euros, lo que supone un 26% menos que en el mismo periodo de 2009. Este hecho, añadido a la fuerte presión comercial, ha llevado a las empresas a incrementar el volumen de ventas que realizan mediante pago aplazado [a crédito] y a tolerar plazos de cobro más largos. Esa estrategia supone asumir mayores riesgos empresariales, haciendo más necesario un estricto análisis del tipo de empresas con las que trabajamos. Los de crecimiento económico y unos niveles históricamente bajos de morosidad habían relegado la gestión del riesgo a una posición secundaria entre las prioridades de la mayor parte de las empresas. Muchas de ellas, sobre todo las pymes creadas durante los años de bonanza, no consideraron necesario establecer políticas de riesgo porque en ese momento no tenían impagos. Obviaron que la cuenta clientes es una de las mayores inversiones que tiene la empresa en su balance y consideraron la gestión del riesgo como un gasto innecesario que limitaba su capacidad de crecimiento. Fue un proceso gradual, donde inicialmente se relajaron los procedimientos y progresivamente se fueron asignando los recursos a otras tareas consideradas más importantes. Finalmente, la gestión del riesgo acabó en numerosas ocasiones por desaparecer y los puestos se amortizaron. Esta situación había llevado a muchas empresas a no disponer de información de sus clientes, y cuando surgieron los primeros problemas, se dieron cuenta de que muchos de ellos presentan un riesgo de mora muy superior al que estimaban. La gestión del riesgo podemos dividirla en dos grandes bloques: acciones correctivas, aquellas que aplicamos cuando la empresa ya tiene un problema, y acciones preventivas, aquellas que tratan de minimizar el riesgo de impago. No obstante, es precisamente en la parte de prevención donde las empresas deben actuar con más contundencia en un momento como el actual. La primera pregunta que debemos hacernos a la hora de valorar si estamos gestionando de una forma inteligente nuestro riesgo comercial es saber si disponemos de información suficiente para hacer una segmentación rigurosa de nuestros clientes y de si tenemos herramientas que anticipen la evolución de los mismos. Una de las primeras tareas que debemos realizar es clasificar su cartera de clientes de acuerdo al riesgo de impago que tiene a futuro para con nuestra empresa. Existen proveedores en el mercado que realizan esta tarea de forma gratuita, de manera que esta auditoría pueda ayudarnos a tomar mejores decisiones comerciales y financieras sobre nuestros clientes. Las pymes son las más vulnerables a las crisis y, por lo tanto, las que más deben mejorar su gestión del riesgo de impago. De todas las herramientas posibles para luchar y prevenir los impagos y la morosidad, los informes comerciales y financieros son la más económica y sencilla de utilizar. Para este tipo de empresas, el impacto en costes derivado de su utilización es mínima comparado con el beneficio que otorga a la organización contar con una herramienta que permite: - Disponer de información de contacto de empresas y autónomos. - Conocer sus administradores y sus vinculaciones con otras sociedades. - Poder visualizar y, en muchos casos, tratar la información mercantil y cuentas anuales depositadas por las empresas. - Conocer sus incidencias de pago, entre ellas, si está incluida en el RAI [Registro de Aceptaciones Impagadas]. - Disponer de información acerca de la predicción de morosidad, rentabilidad y solvencia o información acerca del crédito que puede soportar una empresa con la totalidad de sus proveedores. Por ese motivo, son muchas las empresas que se han suscrito a un servicio que les avisa, mediante correo electrónico y de forma gratuita, de cualquier cambio que se produzca en las empresas de su interés. Asimismo, es importante integrar la información interna y la externa, y contar con equipos con experiencia en gestión de riesgos, de forma que la empresa pueda anticiparse y adoptar medidas que minimicen sus riesgos de impago. En este sentido, como hemos visto en el gráfico, todas las empresas tienen en su cartera a clientes que necesitan una vigilancia especial y, en consecuencia, una información más actualizada de los mismos. Incluyo, por último, una recomendación. Si un cliente es mal pagador o disponemos de información veraz que anticipa este comportamiento, es aconsejable exigirle el pago adelantado, al contado o una de las diferentes garantías financieras que nos aseguren el pago. |
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