“Si algunos meses del año tienen 31 días y otros solo tienen 30, ¿cuántos meses tienen 28 días?” Casi todos nos hemos encontrado alguna vez ante un problema que requería respuestas innovadoras y, desafortunadamente, o nos hemos bloqueado o hemos ofrecido soluciones convencionales. Sin embargo, en esas mismas circunstancias algunas personas consiguen llegar a conclusiones diferentes marcando así la diferencia. ¿La clave? El pensamiento lateral. Contestando a la pregunta inicial, la respuesta lateral es todos.
Si el pensamiento lineal, el que tenemos la mayoría, se basa en una lógica que trabaja de forma secuencial y progresiva, es decir, de A a B, de B a C y así sucesivamente, utilizando siempre los mismos resortes mentales y, por tanto, llegando casi siempre a las mismas soluciones, el pensamiento lateral, por contra, contempla múltiples alternativas: pasar de A a D, empezar por F, mezclar opciones o inventar otras nuevas, alcanzando conclusiones originales e incluso disruptivas.
En 1967, el profesor de la Universidad de Oxford, Edward de Bono, interesado por descubrir modelos mentales capaces de resolver problemas prácticos, lanzó el concepto pensamiento lateral, entendiendo por tal, un proceso de pensamiento creativo, consciente y sistemático que analiza los desafíos desde diferentes perspectivas y visiones con un propósito: “liberarnos de la tiranía de la lógica”, según sus propias palabras.
Este tipo de pensamiento, argumentaba el profesor, tiene dos fases: la percepción y su procesamiento, y mientras el razonamiento habitual, como hemos visto, sigue un camino lineal para discernir, el pensamiento lateral propone dar saltos conceptuales que permitan borrar las barreras existentes en nuestros modos de razonar.
Un ejemplo. ¿Para qué sirven un lápiz o una silla? El pensamiento lógico nos lleva a pensar en dos respuestas: escribir y sentarse. El pensamiento lateral, sin embargo, trata de provocar y redirigir el razonamiento hacia caminos inexplorados, buscando no para lo que sirven, sino para lo que podrían servir. Desde esta perspectiva, la silla, podría usarse además como mesilla de noche, y el lápiz como rodillo para extraer la pasta de dientes.
Componentes del pensamiento lateral
Existen cuatro elementos básicos para poner en marcha el pensamiento lateral:
• Comprobación de suposiciones, es decir, examinar cada hipótesis, por obvia que sea, y, además, ser consciente de nuestras creencias y valores para evitar que limiten la búsqueda.
• Preguntas adecuadas. Es importante hacerse las preguntas pertinentes y saber qué respuesta queremos encontrar.
• Creatividad. Pensar en asociaciones nuevas, raras, incluso descabelladas.
• Razonamiento lógico. Necesario para no caer en hallazgos irracionales.
Un valor diferencial para las empresas
El pensamiento lateral es una habilidad cada vez más valorada en el mundo empresarial, en tanto que puede contribuir a encontrar soluciones que aporten a la empresa un valor diferencial. “Esta manera de pensar permite armar el rompecabezas de manera diferente con resultados inesperados", señala la neuróloga y especialista en educación del Imperial College de Londres, Cristina Koppel en este sentido. Ejemplo de ello son los empresarios Elon Musk y Steve Jobs que, genialidad aparte, son conocidos por su forma de abordar los retos cuestionándose casi todo lo prestablecido, mirando las cosas desde ángulos distintos y huyendo, en muchos casos, del concepto de mejores prácticas empresariales, poco impulsoras de la originalidad.
Más casos. En su día, empresas como Dyson o Uber tiraron del talento lateral para resolver problemas complejos. Dyson creó la primera aspiradora sin bolsa que mantenía la potencia de succión –reto recurrente del sector–inspirándose en la separación ciclónica de los aserraderos industriales. Uber, por su parte, ideó su conocida plataforma, para que cualquiera con coche propio pudiera ofrecer transporte, a precios más económicos que los taxis.
Desarrollar el pensamiento lateral
Casi todos los expertos aseguran que, como habilidad que es, el pensamiento lateral se puede trabajar mediante herramientas, tan habituales en el mundo del marketing y la publicidad, como los brain storming, los mapas mentales o los cambios de enfoque, u otras más complejas como las siguientes:
Método Scamper (acrónimo de sustituir, combinar, adaptar, modificar, proponer, eliminar y reordenar). Para innovar, pasa cada idea por los siguientes filtros:
• Sustituir algún elemento de la idea por otras ideas.
• Combinar todas las ideas.
• Adaptarlas.
• Modificarlas.
• Proponer otros usos.
• Eliminar algunas ideas.
• Reformular.
Sinéctica. Del griego synectikos, significa “unión de elementos distintos y aparentemente irrelevantes”. Y en eso consiste precisamente esta técnica que lanza la cuestión a abordar y, tras una primera lluvia de ideas, pide a los participantes pensar en diferentes analogías:
• Analogía directa: permite razonar por similitud.
• Analogía simbólica: para encontrar analogías nuevas.
• Analogía fantástica: se exprime al máximo la creatividad.
Teoría de los seis sombreros. Ideada por Bono, pone a los participantes gorros de diferente color que les obliga a responder a un problema desde un punto de vista concreto:
• Rojo: intuición.
• Amarillo: aspectos positivos y oportunidades.
• Blanco: datos concretos.
• Verde: creatividad, nuevas ideas.
• Negro: aspectos negativos y amenazas.
• Azul: tomar decisiones.