Observatorio

“Aislar a los regímenes autocráticos los hace más estables”

En un momento de profundos cambios geopolíticos, entrevistamos en CyC Prisma a Guido Tabellini, uno de los grandes especialistas globales en economía política.

James Badcock
autocracias

¿Qué es la economía política moderna y por qué fue importante abrir este campo de estudio?

Se basa en aplicar las herramientas teóricas y empíricas tradicionales de la economía en otros campos como el de la politología para preguntar, por ejemplo, cómo se comportan los políticos y los votantes. Los politólogos habían trabajado mucho en estas cuestiones, pero hasta ese momento no habían utilizado estas herramientas analíticas y se habían centrado poco en estudiar el contenido de la política económica en sus análisis. El surgimiento de la Teoría de Juegos y la revolución en el Modelo de la Formación de Expectativas en la década de 1980 fueron los nuevos ingredientes analíticos que desde la economía pudimos aportar a este campo.

¿Cuáles fueron algunas de las malas decisiones económicas que se tomaron en las décadas de 1970 y 1980 y que despertaron su interés por examinar la relación entre los procesos políticos y la economía?

Lo relativo a la inflación era claramente uno de los temas, y eso nos llevó a prestar atención a las políticas de incentivos por parte de las autoridades monetarias. Los bancos centrales no eran independientes en muchos países en ese momento. Y el segundo tema, en particular en Italia, fue el de los déficits presupuestarios y la acumulación de deuda pública. La década de 1970 en Italia fue un período de intenso conflicto económico, marcado por la violencia terrorista, por lo que crecimos en un entorno donde la formulación de políticas se llevó a cabo con mucha polarización a su alrededor. La economía moderna de la época no prestó mucha atención a estos conflictos redistributivos. El paradigma en macroeconomía era el de un consumidor tipo, sobre la base de un individuo único y homogéneo. La economía se estudió de una manera que descuidó el conflicto entre individuos con diferentes ingresos y recursos.

 

¿Tuvieron un impacto rápido sus nuevas ideas?

Algunos economistas se mostraron escépticos y dijeron que deberíamos dejar esos temas a los politólogos y centrarnos en el comportamiento económico. Pero esa reacción no duró mucho. Es emocionante ver ahora cuántos investigadores han seguido esta línea de investigación y la han hecho avanzar. 

 

Habla sobre la relación entre la calidad institucional y el desarrollo económico. ¿Cómo funciona esto?

Hemos realizado una extensa investigación sobre la mayor diferencia que existe dentro de las instituciones políticas: democracias versus autocracias. Hemos tratado de entender si las democracias tienen mejores políticas económicas o, de manera más general, promueven mejor el desarrollo económico. La respuesta es que sí, lo hacen, con algunas salvedades, ya que hay algunas autocracias también muy exitosas, especialmente en Asia. También hay investigaciones que preguntan qué es lo que hace que una democracia sobreviva o la ayuda a reemplazar una autocracia. Aquí, la evidencia sugiere que los períodos de bajo crecimiento económico facilitan el cambio de régimen, en cualquier dirección. Un segundo factor es la tradición. Las democracias son más estables en países como los estados europeos que, aunque pasen por un período de autocracia, tienen un capital democrático acumulado. Finalmente, encontramos que la globalización también puede ser útil para crear democracia. Las autocracias que comercian con las democracias tienen más probabilidades de experimentar un cambio político. Esta es una lección importante hoy, cuando estamos viendo la ruptura de los lazos económicos entre Occidente, Rusia y China. Esto hará que esos regímenes autocráticos sean más estables, ese será el costo de aislarlos.

 

¿Más democracia siempre equivale a mejores políticas económicas?

Hemos estudiado los efectos del marco institucional dentro de las democracias y estos marcan la diferencia. Por ejemplo, el uso de sistemas electorales proporcionales y la democracia parlamentaria, en lugar de los sistemas de mayoría simple o los presidencialistas, tienen el efecto de crear amplias coaliciones, con una mayor proporción de ciudadanos representados en el gobierno a través de una multiplicidad de partidos. Si se compara esto con la mayoría de los países anglosajones, donde tiende a haber una mayoría de un solo partido que representa a un grupo más pequeño de ciudadanos, verá diferencias en el tipo de políticas económicas que se implementan. Obligados a encontrar compromisos entre muchos puntos de vista, los gobiernos de coalición tienden a sufrir ineficiencias en la formulación de políticas, y consecuencias como el aumento del gasto y el aumento de la deuda pública, el retraso en tomar decisiones difíciles y una menor capacidad de reforma. Sin embargo, también hay beneficios. Los gobiernos de coalición proporcionan más bienes públicos que benefician a toda la población, como el gasto en salud y educación. Un gobierno de partido único tiende a dirigir los recursos al grupo más reducido de partidarios clave que son fundamentales para ganar las elecciones, algo que vimos muy claramente con los gobiernos de Thatcher en la década de 1980 en Gran Bretaña, por ejemplo. En los sistemas presidenciales también, la toma de decisiones puede ser más clara, como vemos con el presidente Macron impulsando reformas de pensiones en Francia y superando a los competidores usando el veto. Sin embargo, este caso también muestra que la decisión de los líderes puede no ser suficiente para salir victoriosos si la opinión pública se opone firmemente a sus decisiones. En todo caso, podemos decir que los sistemas presidenciales polarizan la opinión pública.

 

¿La era del consenso relativo sobre la gestión económica está amenazada por el creciente populismo y cuáles podrían ser algunas de las consecuencias de esto?

La nueva polarización no está tanto relacionada con cuestiones económicas, sino más bien con cuestiones culturales. Tome la inmigración; quienes se oponen lo hacen más por razones culturales que económicas. Las relaciones raciales en Estados Unidos, las políticas ambientales, la tensión entre el multilateralismo o el nacionalismo son problemas que no son de naturaleza económica. Cuando miramos las encuestas de opinión, es sorprendente ver cómo las personas que se sitúan en ambos extremos de las identidades de clase en realidad tienen puntos de vista muy similares sobre cuestiones económicas. 

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