
La inflación, a nivel global, experimentó un notable repunte tras la pandemia de la COVID19 y los posteriores shocks logísticos y energéticos, alcanzando picos cercanos al 9% a finales de 2022 por los efectos de la Guerra de Ucrania.
Aunque desde entonces se ha moderado, con proyecciones del FMI que sitúan la inflación mundial en torno al 4,2% para finales de 2025, los ecos persistentes de esa fase inflacionaria aún impactan en el comercio internacional. No solo eso, nuevos riesgos geopolíticos pueden volver a repuntar los precios. Por ello, es importante conocer su impacto y las estrategias que se están diseñando para limitar su impacto.
Mayores costes de producción y efecto sobre los precios y tipos de cambio
El efecto más claro de la inflación a nivel mundial es el encarecimiento de diferentes insumos, como la energía y las materias primas, y como se traslada a la economía global., por el propio precio de producción, pero también por el aumento de los costes logísticos. A su vez, al elevarse los costes y los precios finales, se reduce el volumen comercial, afectando especialmente a las economías menos competitivas.
También la inflación tiene una estrecha relación con los tipos de cambio. Normalmente, cuando un país sufre una inflación elevada, su moneda tiende a depreciarse. Esta depreciación puede tener efectos contrapuestos:
• Favorece las exportaciones al hacer los productos más baratos en el mercado internacional.
• Encarece las importaciones y puede alimentar la espiral inflacionaria, como ocurre con países muy dependientes del petróleo o gas extranjero.
Esta volatilidad genera incertidumbre en los contratos internacionales.
Cadenas de suministro y fragmentación comercial
Los constantes ajustes en los precios y el encarecimiento del transporte intensifican también la fragmentación económica. Esto, a su vez, aumenta los efectos negativos ya que en un mundo fragmentado, la subida de precios se aferra más en los países con mayores rigideces que se adaptan menos a introducir productos de otros países, generando un creciente proteccionismo.
La guerra comercial y los aranceles también incrementan los costes comerciales, no solo en productos finales, sino también en componentes intermedios esenciales.
Aumento de la incertidumbre, del riesgo soberano y el proteccionismo
La volatilidad en los tipos de cambio aumenta la incertidumbre para empresas, incentivando la fuga de capitales. La contracción de la inversión extranjera directa en economías emergentes es atribuible en gran parte al aumento de barreras comerciales y la incertidumbre derivada de la inflación.
Una de las respuestas es el ya mencionado incremento de las barreras comerciales. Los aranceles protegen la industria local de los precios externos, pero encarecen las importaciones. Este fenómeno se ha agravado con la reciente intensificación de aranceles por parte de Estados Unidos. Históricamente, la imposición de nuevas barreras comerciales ha ocasionado caídas globales en el volumen comercial, como ocurrió durante la Gran Depresión tras la Ley Smoot-Hawley de 1930.
La posibilidad de nuevos aranceles genera incertidumbre comercial que afecta directamente el rendimiento de la industria manufacturera. Las empresas globales valoran por ello cada vez más la diversificación geográfica para mitigar riesgos.
Nuevas perspectivas y estrategias de adaptación
Las respuestas ante un contexto de inflación y de contracción comercial y económica no son sencillas para los bancos centrales, que tienen que ir adaptando sus políticas de forma constante:
• La primera respuesta suele ser subir los tipos de interés, ya que ayuda a controlar la inflación, pero en cambio reduce la inversión y afecta economías con problemas de crecimiento e incluso en situación de recesión.
• En el lado contrario, bajar los tipos incentiva la economía, pero aumenta la inflación.
Este difícil equilibrio conlleva que se adopten de forma simultánea otras políticas de forma complementaria como políticas fiscales, que deben orientarse a inversiones públicas y reformas estructurales que restauren el crecimiento, y políticas estructurales, como reformas laborales que busquen reducir rigideces, liberalicen sectores claves o incentiven a la innovación.
Reconfiguración de la globalización
La inflación global muestra que el futuro del comercio global pasa por una globalización más resiliente basado en algunos de estos puntos:
• Cadenas de suministros más cortas, regionalizadas y diversificadas, lo que se denomina nearshoring.
• Otra respuesta es el denominado friendshoring, que consiste en mantener la externalización pero dentro de países aliados, evitando tensiones geopolíticas.
• Soberanía estratégica en sectores clave: la inflación derivada del aumento de costes externos ha llevado a reforzar el tejido productivo interno en sectores como la la energía o los semiconductores.
• Reindustrialización verde y digital, ya que en este incremento de la producción local hay un importante énfasis en nuevas herramientas tecnológicas, como la automatización o la inteligencia artificial, pero también de criterios sostenibles. La inversión en industrias limpias, energías renovables y cadenas de valor circular es una cada vez una mayor prioridad.
En resumen, la inflación global ha provocado transformaciones profundas en el comercio internacional, generando especialmente efectos negativos, pero también oportunidades emergentes. La pérdida de competitividad en países con alta inflación y la volatilidad de los tipos de cambio, afecta la estabilidad de los contratos y las cadenas de suministro.
Sin embargo, también ha impulsado una reconfiguración estratégica: muchas economías están apostando por cadenas de valor más resilientes, producción local y regional, y una mayor diversificación de mercados. Así, la inflación global, pese a sus tensiones, está acelerando cambios hacia un modelo comercial menos vulnerable a choques externos.