Observatorio

Estanflación, el riesgo que crece

Recesión o estancamiento y al mismo tiempo inflación, un escenario complejo que ha hecho más factible el contexto de 2022.

Juan Pablo Zurdo
Estanflación

La estanflación es un fenómeno excepcional muy poco frecuente que combina dos tendencias por lo general contrapuestas: el estancamiento económico o la recesión, por un lado, y por el otro el aumento de precios más allá de un nivel aceptable, situado por consenso en el 2% anual. Lo normal es que si una economía decrece tiendan a bajar los precios y que aumenten si la economía avanza y se alegra el consumo. Pero la estanflación escapa a esa lógica. De ahí que sea tan difícil de tratar por los gobiernos y bancos centrales. Las fórmulas clásicas no sirven con ella: si aplican políticas expansivas para estimular el crecimiento, generan más inflación, y si aplican políticas contractivas para sujetar la escalada de precios, empeoran y prolongan la recesión y el estancamiento.

El primer artículo de peso sobre la amenaza estanflacionaria apareció el pasado verano. Como otros que vinieron después, analizaba la coincidencia de riesgos estructurales y coyunturales: a la política de aplazar problemas a través de la expansión monetaria y el gasto público desde hace años, acelerada tras la pandemia, con tipos de interés bajos o incluso negativos y las pocas reformas estructurales para corregir el modelo, se sumaban en 2021 agravantes como la crisis energética que disparó tarifas eléctricas y precios o la escasez de materias primas y los cuellos de botella de suministros indispensables como los semiconductores. 

Las tendencias inflacionistas de 2021 en Europa y Estados Unidos confirmaban la advertencia, mientras algunos organismos y gobiernos trataban de conjurar la incertidumbre pronosticando una inflación pasajera y la recuperación post-Covid, aunque con reajustes a la baja. En los debates sobre la estanflación, los más optimistas se acogían a esas previsiones y a la rareza del fenómeno. Había que remontarse, decían, a las crisis del petróleo en los setenta en Estados Unidos para ver una.  

Por su parte, la Reserva Federal estadounidense anunciaba futuras subidas de tipos para contener la inflación durante 2022 y 2023, mientras el Banco Central Europeo se resistía de momento a anunciar la misma medida para no comprometer un crecimiento más renqueante de lo previsto, aunque su mandato principal sea sujetar la inflación por debajo de ese 2%. 

A todo lo anterior se ha sumado en 2022 la guerra en Ucrania, que ha incrementado las posibilidades de una estanflación por el aumento de precios energéticos debido a la dependencia de Europa del gas ruso. Hay una nueva necesidad de fondo: reducir todo lo posible esa dependencia energética con la consiguiente factura de reformular el modelo energético. Según Capital Economics, la situación de Ucrania podría añadir 1,5 puntos a la inflación de la Eurozona este año.

¿Se materializará el temido escenario? La proyección de escenarios resulta especialmente difícil por la acumulación de incertidumbres: pandemia, suministros, evolución geopolítica, energía, precios, tipos… ¿Qué pueden hacer las empresas para prepararse para una posible estanflación? Para minimizar el impacto de sus dos ingredientes, inflación y recesión, es recomendable orientar el crecimiento a mercados y sectores que crezcan y adoptar medidas de resistencia como reducir costes prescindibles para concentrarse en los estratégicos, acaparar materiales de precios alcistas e invertir en metodologías ágiles y equipo humano que generen nuevos productos, servicios y clientes.
 

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