El concepto de realidad aumentada nació a principios de los noventa, cuando Tom Caudell desarrolló para la compañía Boeing un visor que indicaba a los trabajadores in situ por dónde debían instalar el cableado eléctrico en el fuselaje de los aviones. Desde entonces han surgido otras muchas aplicaciones cada vez más sofisticadas, desde la cirugía, con monitorización para navegar e intervenir en el interior del cuerpo, a la defensa mediante sistemas de información cartográfica exhaustiva en las operaciones militares.
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Pero las técnicas de realidad aumentada [AR, del inglés Augmented Reality] se han popularizado gracias al despegue de los entornos móviles y la penetración masiva de dispositivos de última generación, sobre todo smartphones y tabletas. Es lógico, la AR consiste básicamente en multiplicar la cantidad y la calidad del conocimiento accesible en una aplicación tecnológica visual algo parecido a un hipervínculo en un texto y eso sucede principalmente en la calle, cuando no disponemos de tiempo o fuentes de consulta.
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