
Las monedas digitales emitidas por bancos centrales, conocidas como CBDC por sus siglas en inglés (Central Bank Digital Coin), se perfilan como una nueva herramienta que podría transformar el comercio internacional. Países de todo el mundo, grandes y pequeños, han acelerado sus proyectos de crear su propia CBDC en los últimos años, con el objetivo de modernizar los pagos, ganar eficiencia y, potencialmente, reforzar su posición en una economía cada vez más global.
En especial, China ha avanzado con el yuan digital (e-CNY), y Europa explora el futuro euro digital. Pero aunque su lanzamiento y su posicionamiento en el mundo de las divisas digitales se considere una gran oportunidad, no está exenta de retos e interrogantes que van desde si se podrá hacer uso offline de estas divisas, a cuál será el impacto real en los costes de transacción o en la geopolítica del comercio. Por ello, conocer cuál es el estado actual de estas divisas y sus características es tan importante.
Un gran número de iniciativas en marcha
El interés global por las CBDC ha crecido de forma exponencial en los últimos años. Actualmente, más de 130 países, que representan más del 95% del PIB mundial, están en fase de investigación o desarrollo de este tipo de divisas digitales oficiales. Incluso hay algunos países como Japón o Brasil que ya han dado el salto y están realizando pruebas piloto, pero es especialmente China la que va más adelantada usándola como herramienta de comercio exterior y geopolítica.
Conviene entrar en detalle de dos de estas divisas por su alto impacto en nuestro comercio y la economía. La primera, la propia, el euro digital. Tras una fase de investigación de dos años, en octubre de 2023 el Banco Central Europeo (BCE) decidió entrar en su fase de preparación. Esta debería finalizar en 2025 tras definir sus reglas, involucrar a los socios tecnológicos necesarios para su desarrollo y realizar las primeras pruebas.
El objetivo principal del euro digital es su uso como sistema de pagos electrónicos seguros, funcionando de forma análoga a una billetera online, pero de forma gratuita y con el respaldo del BCE. Dado el potencial del euro en los mercados internacionales, no solo se usará para pagos domésticos, sino también para transacciones transfronterizas, en el que pueden incluirse grandes transacciones entre empresas y entidades financieras.
Otra iniciativa que sobresale, por el impacto comercial actual entre la Unión Europea y China, es el yuan digital que, tras su fase piloto iniciada en el año 2020, ya está en funcionamiento y con un crecimiento exponencial. Así, si en el primer semestre de 2023 se habían realizado transacciones por valor 1,8 billones de yuanes, en los primeros seis meses de 2024 se estima que más de 260 millones de ciudadanos chinos han abierto billeteras digitales en yuanes.
La experiencia de uso revela su potencial para operaciones de comercio exterior, ya que aunque fue concebida inicialmente para pagos minoristas domésticos, ha dado sus primeros pasos decididos más allá de las fronteras de China. Una primera prueba fue su introducción en Hong Kong, pero mucho más relevante ha sido como en plena crisis arancelaria el Banco Popular de China (PBoC) ha lanzado su sistema de liquidación transfronteriza con yuanes digitales, conectando a 16 países de la ASEAN y Oriente Medio, con lazos comerciales y estratégicos con China. El impacto financiero es muy importante ya que el pago por yuanes digitales permite eludir el sistema SWIFT (Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales) y eliminar la dependencia de bancos corresponsales.
Facilitar el comercio internacional y reducir costos de transacción
El comercio internacional depende en gran medida de sistemas de pago eficientes. Actualmente, las transferencias transfronterizas suelen implicar a varios bancos corresponsales, demoras de uno o más días y costes elevados por comisiones y diferencias cambiarias.
En este contexto, una ventaja clave de las CBDC es aprovechar la tecnología digital para hacer pagos más rápidos, baratos y directos, incluso en otros países. Una de las claves está en eliminar intermediarios y unificando estándares. Las CBDC prometen simplificar procesos que hoy son engorrosos, especialmente en economías emergentes que tienen una mayor dificultad de acceso a la banca corresponsal tradicional, encareciendo sus transacciones internacionales. Frente a esta realidad, las monedas digitales pueden ofrecer una alternativa más barata, permitiendo pagos en tiempo real.
Para los exportadores, esta transformación podría traducirse en un cobro más rápido y seguro de sus ventas al exterior, en lugar de esperar días a que llegue una transferencia SWIFT en dólares que luego hay que convertir. Si tanto el exportador como el importador operan con CBDCs interoperables, la conversión de divisas es automática en una plataforma compartida, reduciendo los costes de cambio.
Así, por ejemplo, un exportador de maquinaria en Alemania podría cobrar en euros digitales de manera casi instantánea de un cliente en Asia, o un productor agrícola de América Latina podría recibir pagos en la moneda digital de su comprador asiático con conversión automática a la suya, reduciendo pasos intermedios.
Los importadores también tendrían beneficios claros. En primer lugar, las CBDC reducirían los costes de transacción que hoy encarecen la importación de bienes como tarifas bancarias o comisiones por transferencias internacionales, pero también costes operativos como diferencias de formatos, horarios bancarios y controles de cumplimiento normativo en distintos países. En definitiva, las divisas digitales podrían eliminar muchas de estas ineficiencias, fomentando las transacciones internacionales.
Consecuencias geopolíticas
La adopción de monedas digitales de banco central no solo conlleva innovaciones técnicas, sino que también puede recalibrar equilibrios geopolíticos vinculados al comercio y las finanzas internacionales. Históricamente, la moneda que domina los pagos globales, actualmente el dólar, confiere a su país emisor ciertas ventajas y poder de influencia. Estas ventajas pueden perder peso con las divisas digitales oficiales.
En el caso de China, el lanzamiento del yuan digital encaja en una estrategia más amplia de internacionalización de sus divisa, como ya se ha señalado. China lleva años firmando acuerdos para usar el yuan en comercio bilateral y estableciendo líneas de swap de divisas con países socios. Una moneda digital emitida por el Banco Popular de China refuerza esta estrategia al facilitar técnicamente el uso fuera de sus fronteras. También Arabia Saudita, principal exportador de petróleo, ha mostrado interés en aceptar yuanes en transacciones petroleras. Si el petróleo y otras materias primas comienzan a cotizarse o pagarse regularmente en monedas digitales distintas al dólar, representaría un giro geoeconómico significativo.
En Europa, las implicaciones geopolíticas del euro digital son sutiles pero presentes. La Unión Europea históricamente busca aumentar el papel internacional del euro para reducir su propia dependencia del dólar en comercio y finanzas. Un euro digital accesible y usable más allá de las fronteras de la eurozona podría, con el tiempo, facilitar que socios comerciales de Europa utilicen euros en lugar de dólares para el comercio con países europeos. Si bien el BCE enfatiza que el objetivo principal del euro digital es doméstico, reconoce el potencial de contribuir a la autonomía estratégica europea en pagos. Europa vivió en 2018 las consecuencias de depender de infraestructuras controladas por Estados Unidos en un momento en el que se impusieron sanciones a Irán que dificultaron a empresas europeas pagar legítimamente importaciones iraníes. Un euro digital interoperable en sistemas de pagos internacionales podría mitigar situaciones similares en el futuro al ofrecer una red de pagos alternativa bajo control europeo.
En definitiva, las monedas digitales oficiales prometen facilitar el comercio global al hacer pagos más eficientes y baratos, lo que beneficiaría tanto a exportadores como a importadores en múltiples sectores. Asimismo, su adopción puede conllevar nuevas alianzas financieras, mayor competencia entre divisas de reserva y un impulso hacia una infraestructura global de pagos más multipolar.