
El tenista paralímpico Kevin Piette sonreía como ningún otro portador de la antorcha olímpica en París 2024. Paraplégico desde hacía 11 años, caminaba sostenido por un armazón robótico. Un exoesqueleto. Piette lo controlaba mediante un mando que gradúa nivel de asistencia, velocidad y dirección.
Atalante —el nombre de ese dispositivo— y otros prototipos similares aceleran su avance gracias a la combinación de biónica y biomecánica, ingeniería robótica, sensores biométricos y softwares de control con Inteligencia Artificial que sincronizan los componentes, aprenden del uso y mejoran el rendimiento. Además de estos modelos motorizados que multiplican la fuerza y la resistencia humanas, también progresan los exoesqueletos pasivos, sin motores, que proporcionan un apoyo mecánico al distribuir las cargas.
Suponen un salto evolutivo hacia su uso laboral para mejorar la productividad y reducir las lesiones en tareas pesadas, repetitivas o que exigen posturas forzadas. Así, aparecen modelos como BBEX, inspirado en la ergonomía de la columna vertebral para permitir apoyos laterales y asimétricos en diferentes ángulos. O ExoActive, que asiste en trabajos realizados por encima de la cabeza, además de exoesqueletos con arneses flexibles de telas reforzadas y diferentes soportes en función de cada actividad.
¿Qué beneficios tiene el uso de exoesqueletos en el ámbito laboral?
La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo asegura que pueden reducir un 40% el esfuerzo de cargar pesos, cifra que ya superan algunos dispositivos y promete crecer. Los tecnólogos dan por hecha su futura integración en sectores que impliquen esfuerzos físicos como la agricultura, la minería, la industria, la logística o la construcción. Para todos ellos, ya se desarrollan versiones específicas.
La consultora Research Nester coincide en ese escenario. Según sus cálculos, el mercado global de los exoesqueletos crecerá de 1.530 millones de dólares en 2024 a casi 26.000 millones en 2037. Su uso masivo ayudará a reducir un cuello de botella laboral: la tendencia, sobre todo entre los jóvenes, a evitar trabajos físicos en entornos exigentes, incómodos o peligrosos. Es decir, los exoesqueletos podrían hacer más atractivos los procesos industriales, la construcción de infraestructuras o los eslabones de las cadenas de distribución, por ejemplo. En todo caso, el aumento de la capacidad y productividad por trabajador podría amortiguar el déficit de personal.
En su actual estado de desarrollo, aún deben mejorar aspectos como el peso de materiales y componentes, la comodidad de ergonomía de uso o el rango de movimientos, además de un precio que previsiblemente bajará a medida que se popularicen. De momento, integrarlos en una compañía exige analizar el modelo más adecuado en cada puesto de trabajo, importar asesoría y formación para su uso correcto, además de un mantenimiento frecuente añadido a los costes de implantación.
En todo caso, el futuro depara exoesqueletos cada vez más eficientes gracias al desarrollo de materiales más ligeros, motores y baterías más potentes o sistemas de movimiento capaces de replicar la fluidez del movimiento natural. Más adelante podrían integrar avances disruptivos como la interfaz cerebro-computadora para manejarlos con órdenes mentales.