Las tiendas oscuras, así llamadas porque están cerradas al público, son almacenes o micro-hubs situados en la periferia inmediata de las ciudades o en los centros urbanos para la distribución rápida de productos de comercio electrónico. Pueden pertenecer a una sola compañía (como grandes supermercados y cadenas multinacionales muy conocidas) para enviar sus propios artículos pero también se constituyen en empresas que proveen el servicio de almacenamiento, gestión y distribución a terceros, sobre todo a marcas más modestas o minoristas en un modelo de dark store compartida.
El contexto de su despegue no tiene mucho misterio: los confinamientos que se produjeron durante la pandemia llevaron a cientos de millones de personas a comprar online. Fue entonces cuando eclosionaron las dark stores para responder al boom del comercio electrónico y de tendencias como la comodidad de compra con un click, el acceso a una oferta global de marketplaces o la revalorización del tiempo personal. Las tiendas oscuras responden un crecimiento del e-commerce en el que numerosos estudios sitúan la inmediatez de la entrega a domicilio como un factor prioritario, a veces por encima del precio, en un contexto en el que la saturación logística de los entornos urbanos y los precios inmobiliarios en las zonas céntricas hacen cada vez más oneroso disponer de sedes físicas propias. Según la consultora Precedence Research, el mercado global de las tiendas oscuras pasará de 12.000 millones de dólares en 2022 a más de 300.000 millones en una década.
Frente a las tiendas tradicionales, las dark stores optimizan el 100% del espacio para almacenar y procesar pedidos, ya que no necesitan zonas dedicadas a exposición o atención al público. Tesco, uno de los supermercados que han creado sus propias dark stores, almacena hasta un 50% más de volumen que en una tienda tradicional. Además, el emplazamiento junto a una gran concentración de consumidores urbanos permite entregar los productos en plazos breves, por debajo de 24 horas, y en algunos productos, sobre todo alimentarios, en cuestión de minutos.
Las dark stores tienden a automatizarse, con plataformas de gestión y maquinaria autónoma de preparación de pedidos, para estar operativas en horario 24 x 7. Al coordinarse con empresas especializadas en reparto, también pueden abaratar el eslabón más caro de la cadena de distribución, la entrega final o última milla. De hecho, hay dark stores que permiten recoger in situ sus pedidos para un ahorro extra en el servicio.
Que las compras online puedan llegar a casa de una forma tan ágil contribuye a uno de los incentivos clásicos del marketing o en general las ventas: la compra por impulso. Y aunque la mayoría de las dark stores se asocian a grandes marcas que han reconvertido locales en tiendas oscuras o en una solución híbrida, también surgen dark stores colectivas de diferentes tipos, desde un catálogo de supermercado a moda o alimentación de productores de cercanía. La eclosión de este fenómeno es especialmente notable en Latinoamérica. Allí donde se desarrollen, entender el impacto de las dark stores para cubrir espacios geográficos diversos será imprescindible en el marco de las estrategias comerciales y de internacionalización. Una prueba de su avance como modelo de negocio es que ciertas urbes, entre ellas Madrid, empiezan a generar normativas para contener su expansión desordenada, un factor a tener en cuenta para cualquier empresa que quiera usar su servicio. Las hay, como Barcelona, que incluso han prohibido nuevas aperturas.