Marta García Aller

Periodista en El Confidencial, Onda Cero y La Sexta

“La ralentización de la economía puede aumentar el riesgo de insolvencias en Europa”

"Los seguros de crédito pueden ayudar a afrontar el futuro con un poco más de certeza"

Por Javier Labiano

¿En qué grado cree en la economía como ciencia previsible?

Si he aprendido algo en estos años de periodismo es que las certezas en economía no existen o hay que tomarlas con mucha precaución, porque la realidad está llena de circunstancias imprevisibles. De hecho, la economía es la única ciencia en la que a uno le pueden dar el premio Nobel por sostener una cosa y su contraria. Hay diferentes teorías económicas que explican la realidad desde cada punto de vista; y yo he tratado siempre de tomarlas a todas con cierto escepticismo y, también, con humildad porque no soy economista.

¿Cree que los economistas muestran también la suficiente humildad para reconocer las dificultades de acertar en sus predicciones?

La soberbia nunca es buena en ninguna de las ramas del conocimiento que tratan de explicar la realidad. Es verdad que, en los años de la crisis, los periodistas entramos al juego de quiénes habían sido capaces de predecirla. Y, en vez de eso, deberíamos habernos centrado más en preguntar a los economistas de qué manera se deben replantear los modelos y datos para mejorar estas predicciones. Hay que tener en cuenta que apenas vimos venir la crisis hasta que estuvimos muy dentro de ella; y eso afecta a académicos, gobiernos, instituciones europeas… Esto debería hacernos plantear qué datos tenemos que trabajar para elaborar mejores políticas económicas. Si las discusiones se centraran menos en la ideología de cada uno y más en conocer qué políticas son útiles para resolver los problemas de los ciudadanos avanzaríamos mucho más.

Su último libro se titula “El fin del mundo tal y como lo conocemos”. ¿Qué margen tenemos para cambiar lo más negativo?

Entre lo más negativo que podemos encontrar ahora en un país, una empresa o un trabajador está la reticencia al cambio. Como cuento en el libro, estamos viviendo un momento de cambio profundo y adaptación tecnológica a un nuevo modelo económico y global, con unas nuevas reglas de juego que imponen la economía conectada y el mundo digital. Tenemos que cambiar muchas cosas del corsé y del mundo analógico heredado del siglo XX, pero también hay que repensar el modelo social y educativo para que no se produzca un aumento de desigualdades que desplace a los profesionales cuyos trabajos vayan a ser sustituidos por la automatización. No debemos tener miedo al cambio, pero sí hemos de entender bien esa transformación para adaptarnos a las nuevas oportunidades que están surgiendo y que son muchas.

¿Qué tiene que cambiar, entonces, para que la tecnología se convierta en un catalizador del desarrollo económico sin destruir empleo?

La robotización aumenta la productividad. De hecho, hay varios estudios que apuntan a que los países que más empleo de calidad están creando son los más robotizados. El futuro pasa por más automatización, robotización y digitalización, pero también por repensar de qué manera no se desplaza a las personas cuyo trabajo deja de ser necesario. Se trata de un reto mayúsculo, que no tiene una solución fácil y que en España no se está abordando con la profundidad que debería. La solución tiene que pasar por más tecnología, pero también por repensar bien la situación para que el progreso llegue a todo el mundo y no cree desigualdades.

¿Qué necesita la economía española para ser más competitiva?

Una de las recetas económicas con mayor consenso entre los expertos para impulsar la productividad de la economía española es que las pymes, que componen la mayor parte del tejido productivo español, ganen tamaño, como en otras economías europeas. Esto permitiría una mejor calidad del trabajo, un mayor músculo exportador y muchas sinergias. Por eso, tenemos que replantear el tamaño de las empresas como una de nuestras prioridades. Y también, por supuesto, facilitar más la inversión en innovación y tecnología, para que las compañías que quieran innovar puedan hacerlo. Además, los profundos cambios que traerán la inteligencia artificial y la robotización harán necesario que los trabajadores tengan que estar formándose durante toda la vida, por lo que las empresas deberán facilitar la formación constante. Pero, también, el Estado tendrá que proveer de una mayor protección social para quienes se vean desplazados transitoriamente y deban potenciar sus capacidades para reinsertarse nuevamente en el mercado laboral. Algunas predicciones dicen que hasta dos tercios de los puestos de trabajo en el mundo actual podrían quedar parcial o totalmente automatizados en pocos años. Y no pueden darse noticias como las conocidas recientemente acerca de empresas españolas que no encuentran en nuestro país personas con la suficiente formación para puestos de trabajo altamente tecnológicos.

En la actualidad, ¿sigue siendo la morosidad uno de los principales lastres de las pymes?

Si hay alguien a quien penaliza la morosidad es a las pequeñas empresas, que son las que menos músculo tienen y las que más acusan este problema a la hora de cobrar sus facturas. Obviamente, esto es un desafío mayúsculo para las pymes, y todo lo que haga la legislación para agilizar esos cobros será una ayuda para la economía española.

¿A qué velocidad debe producirse la transición energética en España?

El cambio de modelo energético es una obviedad y ya nadie duda de que el futuro pasa por las energías no contaminantes. Pero el ritmo que tiene que marcar esa transición no es algo que pueda decidir España en solitario, ya que vivimos en un mundo global. Echarse las manos a la cabeza por las medidas restrictivas a unos combustibles contaminantes en el centro de las ciudades es olvidar que está sucediendo lo mismo en todos los países de nuestro entorno. En España es determinante la industria automovilística y sus exportaciones. Y, precisamente, por eso tenemos que conectar con el ritmo de transición energética que se está produciendo en otros países, porque los vehículos que nos van a comprar éstos tendrán que ser no contaminantes. Es un cambio que debemos asumir y que tenemos que verlo como una oportunidad y no como un problema, porque va a ser una fuente constante de empleos nuevos y de posibilidades para los inversores.

¿Cómo está afectando la incertidumbre internacional a la inversión de las empresas españolas en el exterior?

Hay muchas previsiones que apuntan a una desaceleración del crecimiento mundial y algunos indicios en la economía española que ya señalan esos primeros síntomas de agotamiento. Una de las lecciones que aprendimos de la última crisis es que la economía española necesitaba abrirse más al exterior y eso ha ayudado a muchas empresas a volver a crear empleo. Es prioritario estar siempre con la mirada puesta en el exterior, buscando oportunidades. Cuanto más diversificadas tengan las empresas sus fuentes de ingresos mejor van a poder afrontar el desafío de una desaceleración económica. El nuevo gobierno tendrá también otros desafíos como la reforma de las pensiones o la organización territorial del Estado. En cuanto al primero, sería muy necesario que los partidos volvieran a sentarse a la mesa para tratar este tema desde un punto de vista más técnico y menos ideológico, buscando el consenso sobre el mejor modelo para garantizar las pensiones.

¿Qué sabe del seguro de crédito y del papel que ha jugado en la crisis?

Antes hemos hablado de los riesgos de impagos y en este terreno, como en cualquier otra gestión de la incertidumbre, los seguros ayudan a las empresas a afrontar mejor las situaciones imprevisibles. Aunque a veces, éstas no son tan difíciles de prever como sucede, por ejemplo, con el Brexit, una de las amenazas fundamentales que tenemos ahora mismo en Europa y que está generando mucha incertidumbre en las empresas.

Los seguros de crédito pueden ayudar a afrontar el futuro con un poco más de certeza, porque hay muchas variables que no se pueden controlar, por ejemplo, con la ralentización de la economía que comentábamos antes, que puede provocar daño en la exportación y aumentar el riesgo de insolvencias en Europa.