El Covid-19 ha tenido efectos muy negativos en la economía de 2020, pero los mercados han sufrido menos por la intervención de los bancos centrales. ¿Qué sucederá en los próximos meses?
Desde que llegó la pandemia no hemos tenido tranquilidad ni estabilidad y, al final, la situación va a ser complicada. El experimento que se ha hecho, por parte de los bancos centrales, es tan grande que no sabemos qué ocurrirá con la marcha atrás. Desconocemos en qué momento se van a frenar los estímulos, pero creo que la aparición o no de la inflación acabará marcando el proceso. Parece que mientras no haya inflación, no existe una gran preocupación; pero en el momento en que ésta aparezca, en unas economías sin apenas crecimiento, habrá que ver cuál es la reacción. Hay que recordar que, en la crisis anterior, cada vez que la Reserva Federal americana decía que iba a levantar un poco los estímulos, el mercado vivía fases de inestabilidad. Estamos metidos en un círculo del que no sabemos cómo vamos a salir.
¿Qué puede cambiar en los mercados con la nueva presidencia en Estados Unidos?
Por de pronto, habrá menos sobresaltos cuando tuitee Trump por las mañanas. A largo plazo, la clave estará en cómo avance la política comercial y, aunque Biden utiliza otro tono, ya ha dicho que seguirá empujando a China para que cambie su estrategia en este sentido.
¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?
Es un papel básico en el funcionamiento económico, porque aumenta la seguridad y elimina parte de las incertidumbres de un agente tan importante como es la empresa. Esto es fundamental en estos momentos en los que hay tantas incertidumbres abiertas en cuanto a la viabilidad de muchos negocios.
¿El aumento de la cultura financiera ha convertido a los ahorradores españoles en verdaderos inversores?
Es verdad que se ha producido un aumento de la cultura financiera de los españoles, pero no en la medida suficiente para convertir aún a los ahorradores en inversores. De hecho, la bancarización y el porcentaje de dinero en fondos de grandes entidades financieras sigue más o menos igual. Los depósitos a largo plazo no tienen ninguna rentabilidad y, cuando suba la inflación, perderán dinero. Hay un porcentaje de la población que ahora se informa más, aunque todavía es insuficiente para afirmar que se trata de un cambio decisivo.
Entonces, ¿no aprendimos de la crisis de 2008?
La gente en general no. Todavía no se ha producido una revolución en la forma en que se toman las decisiones. La situación de la distribución de productos financieros en España se parece bastante a la de hace diez años, y la gestión independiente no ha aumentado apenas y está a niveles parecidos. Lo que sí ha habido es una evolución, que está siendo liderada por muchas personas que tuvieron una mala experiencia financiera y que comenzaron a preocuparse más por sus inversiones o a buscar un asesor independiente. En este sentido, donde sí se ha producido un gran salto ha sido en el nivel de dinero invertido a través de las gestoras internacionales, que han buscado productos más especializados.
¿Qué elementos hay que tener en cuenta para acertar con el producto que encaja mejor en cada inversor?
Antes de ver qué productos elegimos, tenemos que pensar qué queremos, a qué plazo, y qué riesgos estamos dispuestos a asumir. En primer lugar, hay que plantearse cuál es el objetivo del ahorro, por ejemplo, para la jubilación, para comprarme una casa más grande dentro de diez años, para enviar a mis hijos a una universidad extranjera… Si la inversión es a largo plazo, puedes permitirte una mayor volatilidad, porque habrá tiempo suficiente para que las caídas que se puedan producir se recuperen. Si alguien, por ejemplo, invirtió hace dos años y necesitaba el dinero en marzo, habría tenido que vender en el peor momento; pero si su inversión era a largo plazo, ahora probablemente estaría teniendo resultados positivos. En cuanto al riesgo que se quiere asumir, el límite está en que éste le quite el sueño al inversor. Si le preocupa en exceso y le ponen muy nervioso las pérdidas que pueda estar teniendo en la cartera, probablemente es que incurre en más riesgo del que debería. Una vez que tenemos las tres preguntas claves respondidas, ya se trataría de ver cuáles son las estrategias y los productos que hay que elegir.
A pesar de estos planteamientos racionales, ¿siguen existiendo demasiados motivos emocionales detrás de muchas decisiones de inversión?
Totalmente. Los hay y los seguirá habiendo, porque las emociones son inherentes al ser humano. Al final, lo que muchas veces acaba moviendo a las personas es el miedo, la avaricia y la percepción del riesgo, incluso la comodidad. Por ejemplo, mucha gente no busca un producto mejor porque, en realidad, se encuentra cómodo con el que ya tiene y no quiere investigar más.
¿Qué recomendaciones de inversión daría para 2021?
Las recomendaciones personalizadas, en cuanto a los activos a elegir, deben hacerlas los asesores financieros después de conocer bien las necesidades de cada cliente. Pero lo que yo sí diría es que no basta con ahorrar, sino que hay que invertir, y hacerlo en función del riesgo y plazo que se pueda permitir cada uno, porque la alternativa a no hacerlo es perder dinero. Como sabemos, los bancos están cobrando por las cuentas y además, en cuanto vuelva la inflación, perderemos poder adquisitivo. A los que les asusta la bolsa les diría que, al menos, inviertan en ella solo una parte. Y, en cuanto a qué elegir, lo mejor es una cartera de fondos diversificada, o que busquen a un asesor financiero.