Cómo se está comportando la economía española en el segundo semestre de 2024 y qué retos afronta en el futuro inmediato?
La evolución en el corto plazo está siendo muy positiva. Los datos de afiliación a la Seguridad Social, reducción del déficit, recaudación y crecimiento han sido buenos y, en ese sentido, creo que estamos en un momento óptimo. Pero si ampliamos un poco más el foco ya es otra cuestión, porque tenemos unos retos de reformas estructurales, productividad y deuda. A estos retos se suman otros como los relacionados con la defensa, debido a una situación geopolítica más inestable, el envejecimiento, el compromiso por una mayor protección social con políticas de gasto estructural como el ingreso mínimo vital, los efectos de la pandemia que dejaron una deuda que sigue siendo muy alta, etc. Además, en un entorno como el actual, de presión e inestabilidad internacional, puedes encontrarte situaciones de vulnerabilidad. En conclusión, en el corto plazo los datos macroeconómicos son muy buenos, pero en el largo tenemos desafíos como el de la deuda, la inversión, las reformas estructurales y, en el fondo de todo ello, el de la productividad.
¿Cómo ha evolucionado esa productividad en nuestro país durante los últimos años con respecto a Europa?
La productividad tiene un gap de más de 30 años. Desde finales de los sesenta hasta la crisis financiera tuvimos una gran convergencia, en términos de renta per cápita, con Europa, pero desde el 2008 estamos en trayectoria divergente. Concretamente, en los años ochenta estábamos en un 30% por debajo y en 2008 solo en un 9%, pero ahora nos situamos en un 17%. La idea de la Unión Monetaria era eliminar la posibilidad de devaluación de la moneda para forzar a las economías a hacer reformas y a que se pusieran al día para mejorar en productividad, pero eso no está sucediendo.
¿Por qué no está sucediendo?
Los sospechosos habituales relacionados con el reto de la productividad son unas empresas demasiado pequeñas y que tienen barreras a su crecimiento, así como algunos aspectos relacionados con el mercado laboral como el abuso de la dualidad, y un sesgo hacia sectores de la economía con poco valor añadido, como el turismo. Ese es el relato del libro Un país posible, que publicamos varios autores el año pasado, donde se explica que la mayoría de esos problemas vienen de que hemos invertido mucho en infraestructuras físicas pero muy poco en capital humano, conocimiento, educación y formación.
¿Eso nos está impidiendo aprovechar oportunidades de crecimiento?
Efectivamente. El mundo de las skills, que es el que explica en nuestra era el éxito de los países, se ha dejado un poco abandonado en España. Tenemos muchos menos alumnos excelentes que los países asiáticos, más abandono escolar temprano que la media de la Unión Europea, unas universidades que no figuran en el top de investigación y patentes y que no están conectadas con la industria, y unas políticas activas de empleo que no sirven para integrar a los trabajadores. Ahora disponemos de una gran oportunidad para aprovechar, por ejemplo, el cambio generacional para llevar a cabo una reforma universitaria, que no se ha hecho todavía, y para contar con fondos europeos en la financiación del esfuerzo educativo, la mejora del profesorado, la carrera profesional docente…
En este contexto, ¿qué supondrá el uso de la inteligencia artificial en el mercado laboral?
Esa es la gran pregunta, cuál va a ser el efecto en el mercado laboral de esta disrupción tan gigante que supone la inteligencia artificial y, en particular, la IA generativa con nuevas formas tipo ChatGPT, que ya funcionan de una manera distinta a las anteriores. Son tecnologías que no hace falta programarlas porque entienden el contexto y aprenden por ellas mismas con modelos probabilísticos, por lo que pueden sustituir tareas que antes estaban totalmente protegidas de la automatización, por ejemplo, algunas relacionadas con traductores, publicistas, productores de video, programadores, etc. Pero creo que en estos ámbitos la IA va a tener más un efecto de ayuda complementaria en muchas tareas que de sustitución del trabajador. La inteligencia artificial ofrece grandes posibilidades para mejorar la productividad en diferentes ámbitos y pienso que va a generar muchas más oportunidades. Habrá un periodo de transición con algunas tareas redundantes, pero serán tareas más que empleos, y al liberarse de estas tareas los trabajadores podrán dedicarse a la supervisión y a otras ocupaciones, con lo que también se generarán nuevos empleos.
¿Cree que el informe Draghi sobre el futuro de la competitividad, presentado recientemente, debe convertirse en la hoja de ruta de la política económica europea?
Absolutamente. No hemos tenido nunca una hoja de ruta tan clara, ambiciosa y honesta. Es un informe que habla por un lado de la estrategia en general, y por otro aterriza al detalle sobre qué hacer en cada uno de los sectores, cómo activar las palancas de crecimiento y desbloquear los problemas de gobernanza. Es una llamada de atención muy importante, que nos advierte de la divergencia de Europa con Estados Unidos y China. El informe comienza diciendo que desde el año 2000, básicamente desde la evolución de internet y las tecnologías digitales, y hasta hoy, la trayectoria de renta per cápita y productividad de Europa con Estados Unidos ha sido muy divergente. Si le sumamos los nuevos avances en tecnologías recientes de cloud computing, inteligencia artificial, etc., esa divergencia se hace aún mayor. Esto es una señal de alarma. Al mismo tiempo, dice que el paradigma en el que vivíamos antes, con unos productos chinos baratos, una economía globalizada abierta y confiable, una energía rusa también barata y una seguridad garantizada por Estados Unidos, se está resquebrajando.
Y ante todo ello, ¿qué medidas propone el informe Draghi?
Un camino para revertir el gap de innovación, con un montón de propuestas para reducir la fragmentación en el mercado, mejorar la financiación, la investigación y la conexión entre universidad y empresas. En segundo lugar, ofrece una propuesta para ir juntos en competencia y en transición verde, con una política industrial que elija los sectores que queremos priorizar. Y, finalmente, afirma que necesitamos cambiar la gobernanza en Europa para agilizar esos procesos y poder tomar decisiones conjuntas, ya que existe demasiada fragmentación y falta de foco en políticas y financiación. El informe Dragui supone un antes y un después en el plano económico.
¿Cree que será posible poner en marcha todas estas medidas?
No será fácil porque existen dificultades de implementación en algunos países, pero al menos ya tenemos una guía para empezar a andar.
¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?
Un papel muy importante. Es fundamental que se mantenga la confianza y que las instituciones de crédito sigan prestando. Y me parece central y prioritario que continúen existiendo entidades que lo garanticen y protejan.