Usted es experto en temas de defensa, ¿qué perspectivas maneja sobre la finalización de la guerra de Ucrania?
Ahora mismo hay una gran incertidumbre al respecto. Rusia va a tratar de imponer por la fuerza una política de hechos consumados y establecerse política y administrativamente en los territorios ocupados. Descartada una invasión total del país por la tenaz resistencia ucraniana, es probable que se conforme con ocupar de manera permanente el este y el sur de Ucrania. Puede que intente conquistar Odesa, importante enclave estratégico y hub comercial ucraniano. Por su parte, Ucrania no está dispuesta a permitir dicha conquista ni que Rusia traspase la orilla occidental del río Dnieper, tratando de limitar el dominio ruso a los territorios inicialmente en disputa. Pese a la presión de algunos países para llegar a un alto el fuego y alcanzar una solución negociada, el conflicto puede durar todavía meses e incluso enquistarse por la fatiga de la guerra. No soy nada optimista al respecto.
¿Qué coste económico tendrá finalmente este enfrentamiento con Rusia para la Unión Europea y Estados Unidos?
El ataque ruso ha acelerado y agravado tendencias que ya estábamos observando en la coyuntura post-covid, caracterizada por una recuperación económica mundial rápida, pero desigual y frágil, con importantes desajustes entre la oferta y la demanda, cuellos de botella, desequilibrios regionales e incremento de costes e inflación. A ello debemos añadir importantes cambios en los patrones de empleo, consumo y actividad, así como el enorme endeudamiento de los países, sostenido en un entorno artificial de tipos negativos. La guerra puede agravar todavía más la fragilidad estructural causada por la pandemia y los riesgos sistémicos asociados. Ha supuesto un enorme revés para la recuperación global, y afecta a todas las dimensiones. Rusia y Ucrania no son gigantes económicos, pero mantienen una participación relativamente importante en el comercio global de materias primas básicas para la fabricación de catalizadores, acero, baterías, semiconductores o aviones. Conjuntamente, tienen un gran peso en la oferta global de cereales y aceites vegetales. Rusia es también un proveedor clave de fertilizantes (13%), níquel (12%), platino (13%) o petróleo y gas (10%). La interrupción masiva de estos flujos ha incrementado los precios de la energía, materias primas y alimentos de manera alarmante. La escalada de los precios, de no moderarse, conducirá a una reducción de la actividad económica y a una mayor inestabilidad social y política, con el impacto que ello puede tener en el crecimiento a medio y largo plazo. Por no hablar del efecto derivado de la subida de tipos de interés en los mercados financieros. El coste económico es incalculable. Veremos cambios profundos en el mercado de energía, materias primas, piezas industriales y bienes entre los países occidentales, aspecto en el que Estados Unidos saldrá reforzado con respecto a la Unión Europea, mucho más dependiente en el aspecto energético y tecnológico. También habrá cambios en el mercado laboral y la forma de trabajar. Y en los hábitos sociales.
¿Cuáles serán los puntos fuertes y débiles del nuevo escenario tras la culminación de la transición energética a la que estamos asistiendo?
Aunque los gobiernos occidentales se empeñen en lo contrario, queda mucho para tal culminación, y más en las actuales circunstancias. Los sectores metalúrgico y minero deberán proporcionar las materias primas necesarias para una transición energética, muy necesaria pero que se quiere acelerar a toda costa. La disponibilidad de éstas tendrá que aumentar rápidamente y, en algunos casos, en volúmenes diez veces o más que el tamaño actual del mercado. Eso significa escasez de materiales, competición global, inestabilidad en muchos países productores, subidas de precios y una necesidad creciente de innovaciones y sustituciones tecnológicas que requieren enormes inversiones. No debemos olvidar los costes que impone la transición energética, muy necesaria, pero que, en algunas partes del mundo, como Europa, se está queriendo acelerar tal vez más allá de lo razonable, con el impacto que ello puede tener para unos ciudadanos ya muy castigados en sus bolsillos desde 2020.
¿Qué cifras pronostica para la economía española a finales de 2022?
No me dedico a pronosticar cifras, y menos en este contexto tan incierto y volátil, pero podemos apuntar algunas tendencias. Nuestras debilidades estructurales, la persistencia de la guerra con Ucrania y de los problemas globales que la acompañan, especialmente el repunte inflacionista, sugieren un crecimiento a la baja a partir del segundo semestre del año. Al menos, la recuperación del turismo va a darnos un buen y necesario respiro durante el verano. No debemos olvidar que España es el país de la Unión Europea que más incrementó la deuda pública durante la pandemia, un 26,3%. Pero es que, además, el BCE compró toda la deuda emitida por nuestro país desde enero de 2020. Revertir esta situación será muy complicado, y más con una coyuntura de endurecimiento de la política monetaria y tipos al alza. La guerra de Ucrania nos ha pillado rezagados en la recuperación, habiendo comprometido gastos estructurales muy importantes, saliendo de la pandemia con más de 50.000 millones de déficit estructural y unos fondos de recuperación que pierden efectividad con la inflación. Sumemos a eso unos costes crecientes de financiación de la deuda pública y privada. La coyuntura es muy complicada de persistir la inestabilidad geopolítica y geoeconómica.
¿Cómo valora la evolución del Índice General de Producción Industrial en España, que bajó un 0,4% en abril tras cinco meses de tasas interanuales positivas?
Es otro de los efectos de la complicada coyuntura global de la que estamos hablando. Muchas son las dificultades que debe afrontar la industria española: incremento de costes energéticos, de financiación y laborales; problemas persistentes en las cadenas de suministro; falta de mano de obra cualificada y menor competitividad.
¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?
En la muy complicada coyuntura actual, los proyectos empresariales, especialmente a nivel internacional, cada vez tienen más riesgo y menor margen. El seguro de crédito es una herramienta imprescindible para mitigar el impacto de eventos que la mayoría de las veces están fuera de nuestro control.
A su juicio, ¿en qué momento se encuentra la internacionalización de las empresas españolas?
La internacionalización de nuestras empresas, que había presentado un notable dinamismo en los últimos años, ha sufrido un parón como consecuencia de los efectos del Covid-19 y de la guerra de Ucrania, aunque mantenemos todavía cierta fortaleza. No obstante, la inestabilidad geopolítica, la incertidumbre, la caída de la confianza empresarial y la necesidad de disminuir dependencias críticas del exterior impulsan una tendencia preocupante a la regionalización, reduciendo la inversión en el exterior. El mantenimiento de esta tendencia, negativa para nuestro crecimiento, dependerá mucho de la evolución de la coyuntura global durante los próximos meses.
¿Qué posibilidades y riesgos presentan nuevas tecnologías como el blockchain para el desarrollo del tejido empresarial?
Las tecnologías blockchain ofrecen a las empresas una oportunidad inmejorable para mejorar sus procesos de negocio: reducen costes de transacción, mejora la trazabilidad, potencian la experiencia de cliente, protegen la propiedad intelectual y mejoran la seguridad de las operaciones financieras. Los principales riesgos de estas tecnologías radican en la dificultad de su implementación para muchas empresas, la falta de estandarización y la complejidad regulatoria. Citando a mi amigo Pablo Blasco, para su despliegue efectivo es necesario disponer de una tecnología ubicua, fácilmente accesible, con una sistemática homogénea que sustente los procesos y con una gobernanza adecuada.