¿Qué impacto podría tener el coronavirus en la economía y el tejido productivo español?
La caída es brutal porque estamos hablando de una paralización muy importante de la actividad, pero eso es señal de que se han reducido los contactos y el confinamiento ha sido un éxito. Sin embargo, lo más importante del impacto económico será la duración de la situación. Si ésta fuera de un mes, o mes y medio, y a partir de entonces la economía empezara a activarse, el impacto no sería tan grave como si se prolongara más y empezáramos a ver en las empresas no solo problemas de liquidez sino también de solvencia. Por lo tanto, es muy importante que se ataje inmediatamente la crisis sanitaria, la batalla contra el virus, y creo que ahí nos estamos quedando un poco rezagados, no estamos siendo suficientemente contundentes.
¿Podría generar problemas económicos parecidos a la crisis de 2008?
En 2008 teníamos, por una parte, una burbuja inmobiliaria, que cuando se pincha es siempre dolorosa; por otra, una crisis financiera internacional, que se convirtió en una crisis bancaria; y, en tercer lugar, una política fiscal y monetaria absolutamente disparatada por parte de Europa, que provocó la segunda recesión y la crisis de deuda. Afortunadamente, ahora no tenemos ninguna de esas tres cosas. Pero el problema es que la caída de actividad va a ser tan brutal que, si dura mucho, parte del tejido productivo se puede dañar irremediablemente. Se puede convertir en una crisis de solvencia y provocar que las empresas empiecen a cerrar. Ahora se trata de que las empresas entren en un estado de letargo y que no cierren. Por eso las medidas de liquidez y para facilitar la regulación temporal de empleo son muy importantes, pero tienen que funcionar bien. Así como todo lo que suponga no romper la cadena de pagos, que sí se rompió brutalmente en la crisis de 2008 a 2010, básicamente por la crisis bancaria.
Si se lograran estos objetivos, ¿la recuperación sería rápida?
Tampoco, porque la salida del confinamiento tiene que ser gradual, si se hace rápidamente podríamos recaer. Lo importante es que comience en mayo. Donde veo más problemas es en el sector turístico, porque nosotros dependemos mucho del turismo exterior y me temo que las fronteras van a estar cerradas.
¿Qué otros sectores económicos e industriales se pueden ver más dañados a medio y largo plazo?
En general, todos los que tengan relación comercial, que estén abiertos al exterior con exportación de bienes o servicios, en la medida que sus clientes sigan paralizados. España va por delante en la paralización de su economía, pero el resto de países se encamina hacia el mismo modelo de confinamiento, por lo que cuando nosotros hayamos salido del mismo no tendremos a quien exportar. La falta de coordinación en estas políticas de confinamiento va a hacer que, lamentablemente, la crisis sanitaria sea más larga, saldremos de ella de forma asimétrica y eso perjudicará la recuperación.
En la actual situación, ¿usted sería partidario de los eurobonos?
A mí me hubiera gustado que no hubiera habido deuda. Es decir, que este gasto público extra lo hubiera financiado directamente el Banco Central Europeo, monetizando el gasto. Es verdad que esto no se puede hacer porque lo prohíben los estatutos, pero éstos también se pueden cambiar. De hecho, sería bueno que se cambiaran porque en el futuro pueden venir otras crisis que aconsejen que, excepcionalmente, el BCE monetice el gasto.
La crisis está poniendo a prueba la eficiencia de las organizaciones internacionales. ¿Cómo están respondiendo éstas?
Yo creo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha fracasado rotundamente porque ha tardado muchísimo en alertar sobre la pandemia y, al principio, minimizó el riesgo. En parte, la epidemia se ha convertido en pandemia porque la OMS no mandó una alerta urgente a todos los países para actuar a tiempo. Se tenían que haber cerrado las fronteras porque el virus ha viajado en avión. Y, en segundo lugar, ha habido una falta de coordinación de las políticas de confinamiento de los diversos países, y eso lo pagaremos.
A raíz de este confinamiento, muchas personas se han visto obligadas a trabajar desde casa. ¿Esta situación impulsará definitivamente el teletrabajo en nuestro país?
Creo que sí. Esta situación va a poner en valor el teletrabajo y, también, el reparto a domicilio y el comercio electrónico. Producirá un cambio importante en el comportamiento y en los hábitos tanto de los trabajadores y de las empresas como de los consumidores. En general, el teletrabajo arrojará un balance muy positivo porque se verá que la productividad no cae y que, en cambio, se reducen enormemente los costes de transporte y la congestión. La valoración va a ser muy positiva.
Supongo que estos días está dando clase por internet a sus alumnos. ¿Se acelerarán también los cambios en el ámbito de la educación?
Por supuesto. Hoy mismo he dado una clase a través del campus virtual de la universidad. Eso sí, la tecnología tiene que funcionar mejor, y los profesores y los alumnos debemos aprender a dar y recibir clases por internet. Cambiarán los hábitos e iremos hacia un modelo donde también habrá tutorías y grupos de discusión online. Todo esto va a mejorar la calidad de la enseñanza.
Usted fue ministro de Industria, Turismo y Comercio de 2008 a 2011. ¿Cuál fue la situación más difícil que tuvo que afrontar entonces?
Lo más complicado llegó en 2010 cuando el problema se convirtió en una crisis de deuda. En 2008 había una crisis financiera global y en un G-20 se decidió que todos los países harían programas de estímulo fiscal. Se hicieron y, evidentemente, la deuda aumentó y llegaron los problemas. Los países anglosajones salieron rápidamente de la crisis porque no tenían un problema de deuda, pero los de la zona euro, sobre todo los del sur, sí.