¿Cree que la economía se ha empobrecido en términos reales en los últimos años?
Sin duda. Es un fenómeno global, debido a múltiples causas, algunas exógenas, como la pandemia, pero otras derivadas del propio sistema económico, como el mantenimiento de una deuda pública que lastra el crecimiento, o estructuras productivas y empresariales demasiado rígidas que impiden una adaptación rápida en momentos de crisis. También es verdad que las crisis nos ayudan a ver problemas de ineficiencia que en épocas de bonanza permanecían ocultos, como la logística internacional y su fragilidad.
¿Hasta cuándo el contexto económico seguirá marcado por la incertidumbre?
El contexto económico siempre ha estado marcado por la incertidumbre. No hay más o menos incertidumbre, sino mayor o menor conciencia de la incertidumbre. El ser humano tiene, y necesita tener, la ilusión de controlar lo que le rodea, y en el ámbito económico también. Casi, incluso, más. Pero es una ilusión. En los últimos años ha habido varios acontecimientos con los que no contábamos y que nos han hecho ser más conscientes de nuestra dificultad para controlar, y nos hemos dado cuenta de que no somos tan capaces de ello.
¿Qué efectos sobre el consumo podría tener el reciente acuerdo salarial?
Creo que es un acuerdo que tiene como objetivo frenar la caída del consumo privado en España. No creo que se recupere el poder adquisitivo, que se ha deteriorado mucho, pero sí permitirá que la demanda interna se active algo o, al menos, no caiga más. Un aspecto positivo del acuerdo salarial es que los empresarios pueden planificar, ya que se reduce la incertidumbre respecto a qué van a reclamar los sindicatos, cuánto van a aumentar sus costes, etc. Las expectativas están fijadas a un cierto plazo aceptable. Y, por otro lado, al no ser una subida enorme, no se van a generar efectos derivados sobre la inflación.
¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?
La situación de la banca no está clara. Hemos visto temblar varios bancos europeos y estadounidenses, y, como ya he explicado, nuestra percepción de la incertidumbre es más intensa. Por eso, un seguro de crédito permite calmar la inquietud derivada de esa incertidumbre y anticipar las posibles perturbaciones negativas, compensándolas de alguna manera.
¿Qué recorrido tendrán los nuevos modelos empresariales surgidos con la llegada de las nuevas tecnologías?
Todo cambio implica un ajuste. Cuanto más rápido y profundo es el cambio, mayor es el ajuste. Creo que las nuevas formas empresariales aún están por ajustar, tanto en su modelo organizativo, su modo de funcionar, su financiación, etc. Lo importante es que los agentes económicos estén preparados, sean flexibles y adaptativos para que esos cambios fluyan. De lo que estoy segura es que quienes se resistan se quedarán atrás.
¿El liberalismo como corriente ideológica requiere una revisión?
Sin duda. Todas las corrientes ideológicas están imbricadas en una sociedad dinámica, en permanente evolución. Eso no significa que haya que despojarse de los principios que nos sustentan, sean los que sean, sino que hay que reconsiderar permanentemente, qué nos dicen de la realidad del momento. Por ejemplo, la Inteligencia Artificial nos interpela y desde los principios liberales básicos debemos cuestionarnos acerca de cómo afecta a la libertad individual, la libertad de intercambio, la propiedad privada… Y eso afecta a cuestiones como la tecnología, pero también las costumbres, el nuevo modelo de familia diversa, y todo aquello que rodea al ser humano. El liberalismo, como filosofía política, no es una religión con catecismo y mandamientos. Tiene unas bases que se derivan de una visión del ser humano y debe ir pegado a la piel de la sociedad y del ser humano.
¿Debe un Estado actuar como un emprendedor para obtener resultados más eficientes?
Por definición, un Estado nunca puede ser emprendedor, en el sentido real de la palabra. Curiosamente, la definición de empresario y la justificación del beneficio son uno de los temas que más han preocupado a los grandes pensadores desde el siglo XVIII. Todos ellos resaltaban dos puntos: la propiedad de los medios de producción y la asunción de riesgos. De manera que, incluso en el siglo XX cuando se consolidan las grandes corporaciones, y el rol del CEO adquiere una gran relevancia como tomador de decisiones empresariales y gestor de los medios de producción, el riesgo sigue estando en el lado de los propietarios de la empresa en cuanto que son ellos los que eligen al CEO, que puede causarles grandes pérdidas o grandes beneficios. El Estado no asume riesgos porque el dinero que maneja es de los ciudadanos y porque no quiebra. Además, los electores no tienen capacidad para exigirles rendición de cuentas de todo. Es demasiada información ya que el ámbito en el que actúa el Estado es demasiado vasto y la información no siempre es clara y transparente. A eso hay que añadir que los gestores políticos son cada vez más representantes de sus partidos políticos que de la ciudadanía. Respecto a la eficiencia, en ocasiones se estrangula la inversión privada con regulaciones e impuestos de manera que se pueda señalar a la empresa pública como tabla de salvación. Pero una ojeada a los resultados de las empresas públicas nos muestra que el resultado de jugar a estar en el mercado, pero con las cartas marcadas, por las razones mencionadas, no funciona y engrosa la deuda que finalmente pagaremos todos. El Estado debe crear un entorno en el que los actores económicos, públicos y privados, puedan desarrollarse al máximo. Y el emprendedor es eficiente cuando, como dice Taleb, se juega la piel.