María Blanco

Profesora de Economía en la Universidad CEU San Pablo

"Los principales países del mundo serán más conservadores frente al aumento de la volatilidad"

"Los seguros de crédito son una de las mejores maneras de amortiguar los vaivenes de la economía en el ámbito comercial"

Por Javier Labiano

Es especialista en historia del pensamiento económico. ¿Cuáles han sido los errores más repetidos por la humanidad en este ámbito a lo largo del tiempo?

En general, las preocupaciones que siempre aparecen casi desde los griegos como Jenofonte se refieren a la definición del dinero, su estabilidad, el rol del gobierno en la promoción del desarrollo económico, y la determinación del impacto de las medidas económicas (como el libre comercio, los impuestos, etc.) en la evolución de la economía. Y es en estos temas en donde se repiten errores.

¿Por ejemplo?

La ingenuidad científica es el error que engloba, desde mi punto de vista, los problemas más importantes. La ingenuidad al confiar en que los gobiernos cumplirían las normas, por ejemplo, del patrón oro, o cualquier regla de emisión monetaria, ha llevado a desastres monetarios. La ingenuidad de considerar que la economía puede basarse en modelos matemáticos, olvidando que la sociedad humana es un sistema hipercomplejo -y por tanto, hay que ser muy cuidadoso en el desarrollo y empleo de esos modelos-, ha llevado a que se politice la teoría económica y que los gestores, a través de las universidades muchas veces, se apoyen en modelos que aunque surgieron de la curiosidad científica se pervierten para darle más alas al político. Y no quiero decir que ese margen de maniobra implique que el político es deshonesto, sino que sus medidas son económicamente ineficientes o incorrectas.

¿Alguna otra muestra de ingenuidad?

El desarrollo de la econometría en el siglo XX ha generado otra variante de ingenuidad, y es la que pretende que somos capaces de predecir todo y en todo momento. Prefiero llamarlo ingenuidad, pero esconde una enorme dosis de soberbia. Se pueden predecir algunas cosas pero no todas, siempre que se cuente con un número de datos adecuado, que se den las condiciones de estabilidad del sistema adecuadas, etc. Pero los economistas tendemos a olvidar, de nuevo, que la sociedad es un sistema hipercomplejo; y además que las unidades decisoras, las personas, elegimos de acuerdo con criterios muy sofisticados, algunos de los cuales están sin explorar. Es por eso que los defensores del orden espontáneo, muchas veces, aciertan aunque sea contra intuitivo, porque el diseño no puede adivinar la emergencia, en los sistemas.

¿Cómo ve la salud de las instituciones económicas internacionales y su interrelación con las no económicas?

Es una gran pregunta. Normalmente quienes nos aproximamos al estudio humano (en mi caso económico) desde las instituciones, nos centramos en cómo son esas instituciones; y nos olvidamos de que, además de la "salud" institucional, para que una sociedad avance es imprescindible que haya una correcta relación entre esas instituciones. La aparición de instituciones supranacionales después de la Segunda Guerra Mundial tenía como objetivo evitar el desastre posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando las reacciones nacionalistas de los países llevaron al caos del patrón oro, la prolongación de la ruina europea, etc.

A día de hoy, creo que nos hemos pasado de la raya. El sometimiento a esas macro-instituciones -aunque a veces implica que gobiernos que dejados de la mano serían muy indisciplinados económicamente se tienen que "portar bien"- sirven de justificación para tomar decisiones que restan libertad económica, como es el caso de las zonas de libre comercio que son proteccionistas con los países que no pertenezcan al grupo. Eso, por ejemplo, está haciendo daño a países pobres que podrían mejorar gracias al comercio y no les dejamos.

El pasado verano dio un seminario en México sobre la evolución de la empresa y el empresario. ¿Qué consejos les da para subsistir y garantizar el éxito?

La competencia y la libertad. El empresario, que tan mala fama tiene, especialmente si es rico, es el motor de la economía. La capacidad de descubrimiento de las mejores oportunidades de inversión, de las mejores apuestas, no la tiene ningún ministro; es el empresario el que marca la tendencia de la evolución económica. Es verdad que ese mismo empresario ve al gobierno como un elemento más con el que jugar y por eso se arrima, se aparta, le pide leyes, subvenciones, etc. Por eso es fundamental que el consumidor soberano pueda actuar; y eso requiere libertad de mercado para que no haya barreras de entrada, libre competencia, sin privilegios estatales para los amiguetes, rendición de cuentas, sin salvavidas y rescates públicos; y ahí me refiero también a los bancos, que son empresas financieras al fin de cuentas.

Y es imprescindible un mercado sin fronteras, en el que los empresarios compitan por el favor del consumidor. Por descontado, eso requiere que haya un sistema judicial sano que defienda la propiedad privada, el cumplimiento de los contratos y no penalice el éxito. Como sé que esta idea de éxito y riqueza se asocian siempre con el polo opuesto, es decir, se piensa inmediatamente qué pasa con los menos favorecidos, quiero decir que entiendo que el Estado debe actuar subsidiariamente en su ayuda.  Pero, además, creo que la responsable es la sociedad y que somos todos, y cada uno, quienes tendríamos que arrimar el hombro. No por ley, por valores.

¿Cómo cree que afectará el aumento de la volatilidad de la economía mundial al crecimiento de los principales países del mundo?

En general, creo que los principales países serán más conservadores frente a este aumento de la volatilidad; y eso ralentizará el crecimiento. Creo que hay que distinguir entre riesgos inminentes, frente a los que se pueden tomar medidas y que una vez pasados la economía vuelve a equilibrarse; y, por otro lado, este creciente aumento del riesgo debido a la variabilidad a largo plazo de las condiciones económicas (precios, moneda, etc.). Este segundo punto en un mundo tan interconectado como el que vivimos es el que explica, en mi opinión, que los países que hasta ahora tiraban del carro se vuelvan más conservadores para poder resistir. Obviamente, las economías más sólidas serán las que sobrevivan mejor.

Hay algunas amenazas de más calado que pueden afectar al futuro de la economía de nuestro entorno, como la inestabilidad política en Siria (y, en general, en Oriente Medio), que puede derivar en guerra, y la energía, que no son temas independientes. En ambos casos, no tanto porque países como Estados Unidos o Alemania no tengan cubierta su espalda, sino porque afecta mucho y directamente a países donde tienen puestos intereses y que pueden desestabilizar el delicado equilibrio internacional.

¿Se atreve a aventurar cómo será el orden económico internacional y qué papel jugarán los países emergentes en la próxima década?

No es una buena idea dejar que los economistas saquemos la bola de cristal y hagamos predicciones. Podemos apuntar tendencias y, además, con alta probabilidad de equivocarnos. La crisis financiera y el desplome del precio del petróleo nos han recordado que nunca puedes decir nunca, y que estamos expuestos a imprevistos. Pero sí creo que hay cuestiones básicas por las que puedo apostar. Por ejemplo, los países emergentes que logren más estabilidad política tienen todas las papeletas para sacar beneficio de la fragilidad presente de los países más desarrollados.

La globalización nos va a obligar a ser más estrictos con la elección de los países que dejamos entrar en nuestras alianzas, no tanto por su riqueza sino por su capacidad de cumplir objetivos. En este sentido, si cambia el estatus de la Unión Europea, que es posible -al menos más posible que su desaparición-, creo que se pondrá encima de la mesa lo que ya sucede por debajo, y es que habrá unos países de primera y otros de segunda, en función de su capacidad para comprometerse. Tal vez si se hubiera penalizado el mal comportamiento de algunos gobiernos antes, no se habría llegado a donde estamos.

La gran incógnita es China, cuyos datos son limitados y no siempre fiables, que combina cierta libertad económica con la exigencia absolutista de un Partido Comunista, y cuyo futuro no sabemos porque no sabemos más que lo que nos quieren contar. No se puede confiar en que su crecimiento sea real, pero no sabemos hasta qué punto no lo es. Pero se han hecho con oro, deuda soberana, activos, etc. y están liderando la inversión en algunos países de Latinoamérica, África, etc. Y asusta mucho no verles la cara claramente.

¿Qué sabe del seguro de crédito y del papel que está jugando en esta crisis?

Los seguros de crédito son una de las mejores maneras de amortiguar los vaivenes de la economía, en el ámbito comercial especialmente. No es nuevo, el desarrollo comercial en el Mediterráneo en el siglo XIII se debió entre otras cosas a su aparición, en especial en los puertos italianos más prósperos. Es un sector que se ha visto reforzado durante la crisis porque se ha puesto de manifiesto su necesidad.

Obviamente, siempre dependen de la responsabilidad del asegurado pero, especialmente en épocas más duras, permite que se den transacciones que -debido al riesgo, la falta de confianza general, etc.- no se habrían dado de otra manera. Es un elemento que ayuda a que se incrementen las inversiones y el desarrollo de un sector de seguros de crédito en un país, ofrece una imagen de seriedad de cara al exterior.