Juan Torres López

Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla

“Los sectores que se basan en el contacto personal o el consumo social serán los más afectados”

"Estos seguros quizá sean más necesarios que nunca en una economía donde financiación y deuda han adquirido un peso tan importante"

Por Javier Labiano

¿Qué motores económicos creía, a principios de año, que tirarían del crecimiento en España en 2020 y cómo se ha trastocado la situación con la pandemia del Covid-19?

Los motores de cualquier economía son el consumo de las familias, la inversión de las empresas, el gasto público y las exportaciones netas. Cada uno tiene su función e implicaciones. Deben complementarse y conforman un conjunto. Sin consumo las empresas no venden y no necesitarán invertir. El gasto público es fundamental porque de él depende, por ejemplo, la investigación básica sin la cual es imposible que se dé la aplicada y la innovación empresarial. En 2020 todo se ha trastocado. Ahora, lo que hay que garantizar es que no cierren empresas ni se extienda un nivel de pobreza y paro brutal. Y sería necesario que la reactivación se oriente para poder corregir nuestros vicios estructurales. La crisis del coronavirus nos está demostrando lo peligroso de no disponer de fuentes autóctonas de ingreso y de depender en exceso de pocas actividades.

¿A qué sectores económicos cree que afectará más esta crisis?

En general, sin duda, a los que se basan en el contacto personal o consumo social y a los que le suministran o giran en torno a ellos. En nuestro caso, el turismo y todas sus actividades satélites, aunque también el pequeño comercio, que ya estaba debilitado, y a todo el trabajo autónomo. Y, a partir de ahí y más en concreto, los que tengan más dificultades para acceder a las ayudas que se han ido estableciendo.

¿Cómo cree que cambiará la sociedad y la economía española tras la pandemia?

Es difícil saberlo todavía. Estas semanas de encierro van a tener consecuencias físicas, emocionales, económicas, políticas, culturales… quizá cambie nuestra forma de consumir e, incluso, de ver la vida. La economía, a más plazo, tendrá que cambiar necesariamente. Nos estamos dando cuenta de lo estúpido que es renunciar a generar valor añadido autóctono, a tener algunas industrias o servicios propios sin depender del suministro exterior en áreas básicas o fundamentales para la vida o para el funcionamiento de la economía, lo importante que es la proximidad y, en general, el espacio. Algunos negocios se van a tener que replantear y otros tomarán nuevo impulso o incluso nacerán nuevos. Poco a poco, si somos capaces de asumir este golpe como un incentivo, como una chispa, podremos regenerar nuestro sistema productivo e innovar. Si nos dejamos llevar por la corriente nos quedaremos en fuera de juego.

Pongámonos en un escenario normalizado y a largo plazo. ¿Sucumbirá la industrialización ante una economía basada más en los servicios?

Es quizá inevitable, pero también sabemos que sin industria es muy difícil sostener la actividad a medio plazo y con suficiente valor añadido. Sobre todo, como nos pasa a nosotros, cuando los servicios predominantes son de muy poco valor añadido.

Entre las nuevas tendencias de la población, ¿el pago por uso ganará la batalla a la propiedad en los próximos años?

Para que haya uso se supone que debe haber propiedad, por tanto, esta última deberá aumentar si aumenta el uso no propietario. Otra cosa es que cambie la titularidad de la oferta, su naturaleza, que vayamos a tipos de uso compartido, de recursos comunes.

Usted defiende que reducir el gasto público nunca es una buena salida ante situaciones de crisis. ¿Qué estrategias recomendaría en estos casos?

Yo defiendo que cuando hay una crisis porque se ha hundido el gasto privado que la impulsa lo que hay que tratar de hacer es aumentar el gasto público de la manera más inmediata y tratando de que, a su vez, sirva de impulso del privado. Si la crisis no es de demanda, provocada por falta de gasto, entonces lo que habrá que hacer serán otras cosas. Es decir, no hay una dirección fija de actuación, sino que se debe actuar de acuerdo con el tipo de problema que haya producido una crisis.

¿Qué sabe del seguro de crédito y del papel que jugó en la crisis de 2008?

En una economía en donde la financiación y la deuda han adquirido un peso tan importante y en la que aumentan la incertidumbre y los factores de riesgo, este tipo de seguros quizá sean más necesarios que nunca.

Usted tiene gran experiencia en la docencia universitaria. ¿En qué situación se encuentra la investigación en la universidad española?

No es fácil responder con generalidad. Creo que es bastante desigual y que, en general, quedó bastante afectada por los recortes de la anterior crisis. Hay una investigación de vanguardia mundial gracias a las interconexiones con redes internacionales.  Pero se dispone de muy pocos recursos, la inversión en relación con el Producto Interior Bruto (PIB) está muy por debajo de los países de nuestro entorno. Hay una gran precariedad que dificulta la estabilidad necesaria para que se consoliden proyectos y líneas de trabajo. Además, no se han consolidado con garantías las carreras investigadoras y, al margen de la investigación de vanguardia, existe un exceso de investigación orientada a la publicación que destaca por la cantidad, pero no por la calidad ni por su aportación al desarrollo económico.

En este contexto, ¿existe una conexión real y eficiente de la universidad con la industria y la economía real?

Yo creo que la conexión existe, pero es industria real y economía real lo que falta en España, no voluntad universitaria de conectarse con ella.

Como han comentado algunos expertos últimamente, ¿cree usted también que buena parte de las profesiones del futuro aún no se han inventado?

Siempre ocurre, al menos en las que tienen que ver con desarrollos tecnológicos y relaciones sociales que todavía no se han dado, pero que se darán sin lugar a dudas.