Enrique Feás

Investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor adjunto de la IE University

“España necesita urgentemente aumentar su productividad”

"En un momento de crisis mundial, el seguro de crédito resulta fundamental para reducir la incertidumbre y evitar la destrucción del tejido productivo"

Por Javier Labiano

¿Qué desafíos tendrá que afrontar la Unión Europea tras la pandemia?

La Unión Europea ha reaccionado bien ante la pandemia, con una actuación decidida y valiente de las instituciones y la creación de un novedoso mecanismo conjunto de gasto financiado con recursos comunes. No obstante, de cara al futuro persisten aún muchos desafíos: facilitar la seguridad sanitaria mediante un impulso decidido a la producción y distribución de vacunas; evitar que la crisis económica derive en una crisis financiera, reforzando los mecanismos financieros existentes y completando la gobernanza del euro; garantizar que la crisis no acentúe las divergencias reales entre países y las brechas sociales; asegurarse de que la lluvia de ayudas de Estado no deteriore irremisiblemente el mercado único; y prepararse para el desafío del cambio climático, todo ello en un entorno internacional multipolar donde se mezclarán consideraciones comerciales, estratégicas y tecnológicas.

¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?

En un momento de crisis mundial en el que la demanda depende en gran medida de condiciones de seguridad sanitaria no siempre predecibles, el seguro de crédito resulta una herramienta fundamental para reducir la incertidumbre y permitir el mantenimiento de la actividad empresarial, de modo que se evite una destrucción del tejido productivo que podría dañar el crecimiento potencial de la economía.

¿Cómo cree que evolucionará la globalización y la política comercial en la economía internacional con la nueva Administración de Estados Unidos?

El nuevo gobierno estadounidense representa un esperado regreso a la diplomacia tradicional y el fin de las guerras comerciales arbitrarias. Los conflictos pasarán sin duda a resolverse de forma más civilizada, en especial con los socios tradicionales. Eso no quiere decir, sin embargo, que regrese triunfante el multilateralismo, porque algunas tendencias proteccionistas de Estados Unidos no llegaron con Trump, sino que son muy anteriores a éste. El mundo necesita urgentemente una seria reforma del marco de gobernanza de la globalización comercial, financiera y sanitaria, pero está por ver hasta qué punto Estados Unidos querrá sumarse a todas ellas o, en algunos casos, preferirá adoptar una estrategia más individualista o dirimir sus diferencias de forma bilateral con otros bloques político-comerciales.

¿Cree que se producirá un retroceso del neoproteccionismo en el escenario internacional?

El neoproteccionismo tiene raíces profundas y se deriva de una revisión general de la legitimidad de la globalización, que a nivel mundial ha permitido una mejora gigantesca de las condiciones de vida mundiales, pero en muchos países ha incrementado las desigualdades. Los perdedores de la globalización no siempre han sido compensados, a veces por dejadez de los gobiernos, y muchos ciudadanos observan cómo las reglas de la globalización son asimétricas, porque favorecen sin reservas la deslocalización industrial, pero no se esfuerzan por evitar la elusión fiscal de las multinacionales o la asunción excesiva de riesgos financieros. Si el G20 no es capaz de diseñar un nuevo contrato social en el que gobernanza comercial y financiera vayan a la par, no hay que descartar una profundización aún mayor del rechazo ciudadano a la globalización y un incremento de las tentaciones nacionalistas y proteccionistas.

¿Cree que existen riesgos, a medio o largo plazo, de nuevos procesos de desintegración como el Brexit?

Antes de la pandemia, el Brexit parecía un buen escarmiento para todo país que pretendiera abandonar la Unión Europea. Sin embargo, la crisis del Covid ha puesto de manifiesto las limitaciones de una integración incompleta como la europea, donde las competencias sanitarias nacionales coexisten con una libre circulación de personas multinacional. La gestión de las vacunas está siendo accidentada, y aunque no todos los errores quepan atribuirlos a la Unión Europea, si al final la vacunación de los europeos se retrasa demasiado respecto a países como el Reino Unido, muchos dejarán de creerse el lema de una Europa que protege. De cómo la Unión Europea resuelva este problema, unido a cómo se salga de la crisis económica con ayuda del Next Generation EU, dependerá en gran medida el entusiasmo o desilusión ciudadana por el proyecto europeo futuro.

Usted afirma que España necesita un gran cambio estructural en su economía, ¿cuáles deberían ser, a su juicio, las medidas prioritarias?

España necesita urgentemente aumentar su productividad, y eso sólo puede ocurrir con cuatro elementos: una reforma del marco regulatorio para simplificarlo, mejorar la competencia, especialmente en el sector de servicios, reducir la temporalidad laboral y facilitar la actividad y el crecimiento empresarial; una reforma de las Administraciones Públicas para mejorar su eficiencia y dinamismo; una reforma educativa ambiciosa, duradera y ajena a todo partidismo que prepare a los jóvenes para el futuro; y una elevación de la consideración social de la ciencia y la investigación como motores del desarrollo.

¿Este cambio estructural impulsaría también la internacionalización de las empresas españolas?

No puede haber desarrollo sin una mejora de la especialización productiva y exportadora española, que aproveche de forma adecuada los elementos competitivos de su cadena de valor y avance hacia sectores de mayor valor añadido y con una competitividad menos asociada al precio. Necesitamos grandes empresas exportadoras y una red de pequeñas empresas especializadas de bienes y de servicios de alto valor añadido, así como mejorar la productividad de sectores tradicionales como el turismo.

¿Qué impacto laboral puede provocar la cuarta revolución tecnológica?

La clave de la revolución actual, la de la automatización y la inteligencia artificial, es que, a diferencia de otras revoluciones tecnológicas, ésta se está globalizando de forma inmediata. Aunque a medio plazo la creación de empleo neto será probablemente positiva, como ha ocurrido en otras revoluciones, es muy posible que en esta ocasión el ritmo de destrucción de empleos obsoletos sea muy superior al de creación de nuevos, generando fuertes tensiones políticas y sociales. Gracias a la telepresencia, muchos servicios dejarán de estar protegidos de la competencia internacional, incluidos algunos cualificados, y es posible que haya países donde no haya ganadores de la globalización que puedan compensar a los perdedores.