Daniel Lacalle

Economista, profesor del IE Business School, autor y economista jefe de Tressis

"Hay que continuar por la senda de crecimiento del sector exterior"

"El seguro de crédito es esencial, es como el agua de la empresa exportadora en un entorno competitivo y complejo"

Por Javier Labiano

¿Sigue siendo el liberalismo económico la mejor fórmula para crear riqueza y garantizar el bienestar de todos los ciudadanos?

Más que nunca. Si miramos a los países del mundo que tienen mayor bienestar, menor desempleo y mejor renta per cápita, veremos que todos están en puestos líderes en cuanto a libertad económica, lo que demuestra que no existe ninguna otra alternativa que genere de verdad mayor bienestar social. Además, no solamente se ha comprobado que las políticas liberales son las que mejor funcionan, sino que se ha visto también que las intervencionistas son las que peor lo hacen. No se trata solo de la mejor alternativa entre varias posibles, sino de que las otras opciones son negativas.

No obstante, ¿hablamos de una alternativa que se puede perfeccionar o se trata de una estructura inamovible?

El liberalismo nunca es una estructura inamovible. La razón por la que el capitalismo y el liberalismo funcionan es, precisamente, porque no están basados en dogmas; las ideas inamovibles se encuentran, fundamentalmente, en el comunismo y en las ideologías totalitarias.

El liberalismo va adaptándose hacia una sociedad cambiante, en la que las preferencias de los ciudadanos también son distintas. Por ejemplo, es perfectamente compatible con un estado del bienestar que no impida el crecimiento económico y la creación de riqueza. Y muchas de las ideas que podríamos recuperar de los libros de algunos autores han evolucionado hacia un liberalismo pragmático, que no se instala en la utopía y ofrece soluciones reales a problemas complejos.

¿Qué medidas son necesarias para disminuir el gasto público en un Estado y cuáles vendrían mejor a España en estos momentos?

Si lo que queremos es reducir el déficit, la única manera de conseguirlo es reduciendo el gasto. Y, de la misma forma que lo hace cualquier Administración, empresa o familia, tendremos que priorizar y pensar en la eficiencia. Vivimos en la era de la tecnología, en la que los procesos y la burocracia de cualquier actividad económica se hacen cada vez más rápidamente y con menor coste. Sin embargo, en muchas ocasiones la Administración parece funcionar simplemente en base a cuánto se gasta. Pues bien, lo primero que hay que recordar es que el objetivo del sector público es dar servicio al resto de los agentes económicos, empresas y familias, y no al contrario.

¿Cuándo dejará de ser la productividad uno de los grandes escollos de la economía española?

El crecimiento de la productividad es un gran escollo en todas las economías desarrolladas, si observamos el de la Unión Europea veremos que es muy pobre y el de Estados Unidos también. En mi opinión, hay un factor decisivo para la pobreza del crecimiento de la productividad: la obsesión por parte de los países desarrollados en llevar a cabo esas mal llamadas políticas de estímulo, que lo que hacen es orientar agresivamente la formación bruta de capital hacia sectores de baja productividad, que son los que se benefician de tipos bajísimos, liquidez excesiva y exceso de deuda.

Otro de los grandes problemas en este tema es que a veces, intentando proteger sectores obsoletos vía subvenciones, lo que hacemos es impedir el crecimiento de otros de alta productividad, porque tenemos una fiscalidad que penaliza a éstos y subvenciona a los primeros.

¿Qué cambios son necesarios para que la economía crezca sin caer en los errores del pasado?

Yo creo que hay que continuar por la senda en la que nos hemos planteado el crecimiento económico durante los últimos años, la del sector exterior; seguir potenciando la creación de empresas y atraer inversión; y mejorar nuestro patrón de crecimiento desde el fortalecimiento de las oportunidades, para que los jóvenes y las pequeñas y medianas empresas vayan creciendo.

Los errores del pasado se pueden resumir en uno, en las cuatro palabras más peligrosas de la economía: estimular la demanda interna. Es la idea de que desde el poder político se tiene que generar una especie de efecto llamada, que luego se convierte en embudo y genera mucho más desempleo y peor productividad a medio plazo.

¿En qué proporción depende la economía española de la aportación del sector exterior?

Ahora mismo exportamos alrededor del 33% del Producto Interior Bruto, lo que tiene un impacto muy relevante sobre el crecimiento de la economía. Y está volviendo a tirar la demanda interna de una forma mucho más sólida, porque procede del ahorro, de un periodo en el que familias y empresas han estado reduciendo endeudamiento.

Pero las exportaciones tienen un potencial enorme porque, aunque exportemos el 33% del PIB, la inmensa mayoría de las empresas aún exporta muy poco en relación a sus ventas, por lo que duplicar o triplicar sus cifras no es complicado, sobre todo a medida que nos vayamos dando cuenta de que España representa un porcentaje de la economía global muy pequeño y nuestro mercado tiene que ser el mundo.

¿Cómo cree que se comportarán los mercados en el último trimestre del año?

Tenemos unos mercados financieros muy caros, una bolsa con múltiplos históricamente altos y unos bonos que cotizan con rentabilidades bajas. Esto está apoyado por tres factores: una política muy expansiva por parte de los bancos centrales que genera cierto peligro de burbuja; un crecimiento global que no es tan malo como se esperaba; y unos resultados empresariales que empiezan a ser razonablemente positivos. Por lo tanto, todo dependerá de estos resultados empresariales y creo que podemos tener una evolución en línea con la del año, no podemos esperar rentabilidades muy superiores.

¿Qué dificultades afrontan las pymes españoles cuando traspasan fronteras?

El idioma es una barrera muy importante y en España tenemos un gravísimo problema, particularmente, con el inglés; por ejemplo, la mayoría de empresarios son incapaces de tener una conversación telefónica en la que se entiendan bien con un cliente de Kenia. También queda mucho por hacer en cuanto a profesionalización de la gestión, ya que la pyme es fundamentalmente una empresa familiar, lo que suele generar ciertas dificultades. Un tercer problema es la dificultad con que las pymes españolas funcionan en un entorno internacional a la hora de crear alianzas. Tienden a rechazar, por ejemplo, la posibilidad de intercambiar parte del capital con una empresa similar en otro país, que siempre ha sido una buena fórmula para crecer.

Pero el mayor reto, con mucho, es la aseguración de crédito. Para las pequeñas y medianas empresas el gran escollo es tener una estructura adecuada de seguro de exportaciones para que el proceso de venta no sea difícil ni le suponga quebraderos de cabeza.

Precisamente y en este sentido, ¿qué sabe del seguro de crédito y del papel que ha jugado en la crisis?

El seguro de crédito es esencial, es como el agua de la empresa exportadora y de cualquiera que funcione en un entorno competitivo y complejo como el actual. En el periodo de crisis, para muchas compañías prácticamente ha sido la salvación ante lo que probablemente ha sido un tsunami de impagos. Y a nivel exportador ha supuesto todo.

Conozco empresas que jamás se habrían podido lanzar a la aventura de exportar, y que luego han tenido mucho éxito en ella, si no llega a ser por el apoyo del seguro de crédito, con todo lo que éste incluye, como el análisis de mercado, el de fortalezas y debilidades, el de los competidores y el de la garantía que ofrecen las firmas con las que trabajamos.