¿A qué atribuye la actual dispersión en las previsiones de crecimiento de la economía española?
A la elevada incertidumbre, que no es fácil de medir en un momento como el actual. Y, más concretamente, a los diferentes supuestos sobre la evolución en los próximos meses del precio del gas y del petróleo, de los tipos de interés, del tipo de cambio euro-dólar y de la absorción de los fondos Next Generation. Creo que estas son las variables que mejor explican las fuertes diferencias entre unas previsiones y otras. También es indicativa de que las distintas casas de análisis son independientes unas de otras y tienen criterio propio. Al margen de estas consideraciones, diría que todas las previsiones coinciden en señalar que la segunda mitad de 2022 y el comienzo de 2023 serán complicadas.
¿Hasta qué punto podría complicarse el impacto económico de la guerra de Ucrania?
Llegados a cierto punto, cuando se trata de un conflicto bélico, poner un número al peor de los escenarios se escapa a los ejercicios convencionales de previsión económica. Lo más honesto en una situación tan excepcional como ésta es identificar los posibles canales de impacto, las vulnerabilidades y fortalezas de cada economía, los posibles escenarios de riesgo… En este sentido, todas las miradas están puestas tanto en el suministro como en el precio del gas y, por extensión, de la electricidad. Las reservas europeas de gas parecen ser suficientes para afrontar el invierno, pero habrá que ver en qué situación estamos cuando llegue la primavera, y si entonces se atisba alguna salida razonada al conflicto.
¿Cómo afectarán al consumo las fuertes subidas del IPC que experimentamos?
La pérdida de poder adquisitivo que los hogares vienen arrastrando desde hace más de un año está teniendo un impacto negativo sobre el consumo, mitigado sólo parcialmente por el ahorro registrado durante la pandemia. A esto se suma, además, un malestar social que, en algunos países, está empezando a manifestarse, especialmente en lo que se refiere a los precios de los alimentos. En este sentido, sería deseable un pacto de rentas en el que se acordase una senda plurianual de aumentos salariales, revisable en función de la evolución económica. Daría certidumbre y ayudaría a contextualizar la evolución del consumo de los hogares. En el otro lado de la balanza, la creación de empleo sigue dando buenas noticias, aunque en gran medida a causa de una fuerte devaluación salarial. Prestemos atención al empleo en los próximos meses, especialmente en el arranque del año, los más desfavorables estacionalmente.
¿Podría producirse una recesión de la economía española en 2023?
No es lo que ahora mismo esperan los principales organismos internacionales. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, apunta a un crecimiento del 1,2% en España en 2023, notablemente por encima de la eurozona, para que la espera un 0,5%. Con un crecimiento del PIB de este tipo, la economía española seguiría creando empleo el año que viene. Ahora bien, en el caso de un deterioro del entorno internacional mayor de lo esperado, habría que revisar estas previsiones. Además de la guerra de Ucrania y los precios energéticos, conviene prestar atención a la evolución de los tipos de interés: una recesión inducida en la zona euro por el Banco Central Europeo puede tener contraindicaciones más serias que en Estados Unidos.
¿Cómo prevé que se comporten las exportaciones?
Junto con la inversión doméstica, las exportaciones han sido uno de los elementos tractores del PIB en estos últimos meses. Los indicadores del sector exterior siguen mostrando una resistencia significativa, a pesar del aumento de los costes energéticos. Sin embargo, de cara al final del año, la recesión esperada en países como Alemania e Italia, y la fuerte ralentización en Francia, será un lastre para las exportaciones españolas, a pesar de su competitividad. La eurozona es un mismo mercado, en lo bueno y en lo malo, y es difícil esperar que una economía tan integrada como la española no se vaya a ver afectada por lo que suceda, particularmente, en Alemania.
¿Qué necesita España para aumentar su competitividad internacional?
España tiene un saldo exterior favorable, en términos de aportación al crecimiento, incluso en unas condiciones tan adversas como las vividas en los últimos años: reducción de la movilidad internacional, cuellos de botella en el comercio internacional y, sobre todo, encarecimiento del precio de los hidrocarburos. Ha sido, probablemente, uno de los grandes cambios estructurales de la economía española tras la crisis financiera internacional, en el cual la exportación de servicios no turísticos tiene mucho que ver. En esa misma línea, a España le conviene buscar la competitividad empresarial en nichos de calidad, diseño, capital humano, creatividad, tecnología y, en general, todo aquello que contribuya a generar valor añadido. Competir únicamente en costes o bajos salarios, salvo donde existan ventajas competitivas singulares, no es la mejor receta a largo plazo.
¿Qué ha supuesto el aumento de conflictos en el mundo para la internacionalización de las empresas españolas?
Los conflictos generan incertidumbre, aumentan la inseguridad empresarial, jurídica o personal, afectan a la volatilidad de los precios, impactan negativamente en las expectativas, erosionan la demanda… Aunque en ocasiones puedan generar oportunidades a corto plazo, no son buenos para la actividad económica, que requiere unas mínimas condiciones de predictibilidad, especialmente si estamos hablando de inversiones directas a medio y largo plazo. En este sentido, el debilitamiento del multilateralismo como mecanismo de resolución de conflictos no sería algo deseable.
¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?
Llevamos años conviviendo con situaciones de incertidumbre a gran escala que no habíamos experimentado antes. Una prueba de ello ha sido el comportamiento del mercado de bonos, donde activos como la deuda pública han estado procurando intereses negativos de manera sistemática. La incertidumbre a la que nos enfrentamos en los próximos meses es de distinta naturaleza a la experimentada a raíz de la crisis financiera internacional o durante la pandemia, pero no es menor. Además de posibles perturbaciones en el comercio internacional como consecuencia del potencial agravamiento de la guerra de Ucrania, no cabe descartar en los próximos meses que el aumento de los tipos de interés en la eurozona impacte sobre los impagos y la morosidad. En este sentido, las coberturas de riesgo y los seguros de crédito están llamados a jugar su papel.