El sector exterior gana peso para abordar un mundo en constante resiliciencia

Desde 2008 el comportamiento del sector exterior se ha transformado. Existe un consenso generalizado entre los analistas en este motor se ha convertido en el gran propulsor del PIB, con capacidad para generar resiliencias. Los datos de Contabilidad Nacional del INE así lo atestiguan. En 2022, último ejercicio completo contabilizado, las ventas de bienes y servicios representaron el 42% de la actividad española, un récord sin parangón, ya que superaron por primera vez los 389.000 millones de euros. Más allá de que su crecimiento interanual rozara el 23%, su trascendencia reside en un censo que supera las 43.000 empresas exportadoras regulares (con más de cuatro ejercicios de flujos comerciales al exterior superiores a los 1.000 euros). Sin embargo, la conquista de mercados globales requiere una consolidación y una diversificación que todavía reclama nuevos esfuerzos en tiempos de volatilidad económica y de alto voltaje geopolítico. 

Factores del decaimiento de los negocios exteriores

Las empresas transnacionales mostraron un agotamiento de sus negocios internacionales en el ecuador de 2023, cuando la economía global perdió altura y sumó nuevas incógnitas a un 2024 cuya caída de actividad aconseja al sector exterior abordar fallos estructurales, activar sus alertas y resetear sus estrategias corporativas. La escalada de tipos en las potencias industrializadas se ha dejado sentir en el ritmo de concesión de créditos sin que la inflación esté todavía técnicamente a raya (por debajo del 2%).

La tensión geopolítica y la incertidumbre sobre los derroteros que tomará la globalización añaden más complejidad a la ecuación. De hecho, la Unión Europea hace uso de una jerga comúnmente aceptada en su Estrategia de Seguridad Económica en la que avisa a los sectores exteriores de sus socios que minimicen los peligros de dependencia comercial bajo un contexto de “aceleración del cambio tecnológico” que resulta “imprescindible” para impulsar la apertura de mercados y estimular el dinamismo europeo. El documento habla de de-risking (o minimización de riesgos) como una fase de superación del llamado decoupling o fragmentación de la globalización y del fenómeno del friendshoring, que hace alusión a las deslocalizaciones productivas hacia países aliados.

Bruselas pretende alertar de que el proceso de digitalización esconde riesgos “inmediatos”. En especial, en los avances de la industria de los semiconductores, en la Inteligencia Artificial, en investigación cuántica o en biotecnología. Todos ellos resultarán claves para evaluar amenazas y realizar análisis precisos en las cadenas de valor o identificar peligros geopolíticos y amenazas de agentes económicos.

Déficits latentes de la empresa internacional española

El Club de Exportadores, al que pertenece Crédito y Caución, alerta de otras dos circunstancias. Por un lado, el comportamiento casi plano del comercio global y la entrada en recesión de Europa, destino del 70% de las mercancías. A ello hay que unir la contracción de las empresas exportadoras que se inició en 2022 -un 3,2% en términos anuales- y su descompensación histórica, ya que el 65% de las ventas la protagonizan un millar de firmas desde hace un cuarto de siglo. La nueva ola de internacionalizaciones exigirá “simplificaciones regulatorias, mejoras fiscales y reformas de cariz estructural”, aclaran desde el Club.

El momento es idóneo para abordar esta agenda, aclara el servicio de estudios de CaixaBank, en alusión a una balanza comercial “históricamente deficitaria que ha pasado a registrar superávit de forma ininterrumpida desde 2011” y saldos positivos incluso en contextos adversos como los del desplome de los ingresos turísticos durante la crisis sanitaria.

Ganancias competitivas del negocio exterior

Raymond Torres apunta en su blog de Funcas el factor estructural del modelo exportador español. Ha sido un “saludable balón de oxígeno”, aunque ahora debe demostrar que tiene “pulmón” en épocas de retroceso “en nuestros principales destinos” para ganar posiciones competitivas con las que “asentar un excedente externo imprescindible” que avale el dinamismo a corto plazo, reduzca riesgos (de-risking) y garantice así la mirada internacional que las empresas proyectaron ante la debilidad de la demanda interna tras la crisis de la deuda de 2008.

Lo cierto es que las exportaciones españolas han seguido una trayectoria “excelente en climas adversos” como los de la Gran Pandemia, afirman en CaixaBank. Dentro y fuera de la zona del euro. En BBVA Research destacan los “buenos indicios” de la transición energética y digital en el nuevo modelo productivo y en las rúbricas exteriores, si bien admiten que aún resulta prematuro que estos cambios “sean permanentes” y se adecúen al voltaje geopolítico.

Para los #twecos Manuel Hidalgo y Federico Steinberg, del Instituto Elcano, este salto evolutivo se ha debido a que las empresas exportadoras se han vuelto más eficientes e innovadoras y han sido capaces de generar externalidades positivas que han facilitado el progreso productivo. Las firmas “deben elevar sus niveles de productividad para diversificar riesgos, compensar caídas de ventas en mercados específicos y seguir sorteando las tasas de mortalidad” empresarial, ya que registran menores defunciones respecto a las que solo operan en el mercado doméstico, si bien ahora se van a tener que ocupar de “calibrar los riesgos de depender más de mercados externos ante la desglobalización” y del necesario aumento de la complejidad externa, lo que les exigirá cambios en sus estrategias corporativas y la profundización en “ciertas reformas estructurales internas”.

Esta ganancia de competitividad no solo permite competir en los mercados exteriores sino en el mercado doméstico. Como admiten en el Banco de España“, produciendo en paralelo una sustitución de importaciones por bienes made in Spain en todos los componentes de la demanda final: consumo, inversión y exportaciones”.