Con su puesta en escena, Europa refuerza su autonomía comercial frente a la creciente influencia de China en América Latina y la escalada arancelaria.

El Acuerdo de Asociación entre la Unión Europeo y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) marca un hito histórico tras 25 años de negociaciones intermitentes que concluyeron con la firma del tratado de libre comercio transatlántico, el 6 de diciembre de 2024. Nueve meses más tarde, en septiembre pasado, la Comisión Europea adoptó un instrumento paralelo -el llamado Interim Trade Agreement (iTA)- para garantizar la continuidad comercial hasta la plena ratificación del EU-Mercosur Partnership Agreement (EMPA). 

El iTA busca facilitar la correcta instauración del acuerdo en un contexto regulatorio complejo, que exige aprobación tanto de la Unión Europea como de los parlamentos nacionales de Mercosur. De hecho, en este ínterin, el Ejecutivo comunitario ya ha cedido a las amenazas francesas de activar una cláusula de salvaguardia, diseñada para restringir las importaciones de otro país, por distorsiones de mercado. 

El propósito de París en una etapa de especial efervescencia política es trasladar a Bruselas las críticas de su sector agrícola, que ve en el pacto comercial con Mercosur competencia desleal hacia sus productos

Por su parte, Bruselas ha reforzado el elenco de garantías a los bienes agrícolas más críticos, con la misión de aplacar las reticencias galas y poder así agilizar el proceso de ratificación del tratado por parte de los socios europeos.

El tratado, a grandes rasgos

Pese a la incertidumbre sobre una ratificación iniciada, pero lejos de aportar garantías plenas en el horizonte, el pacto ofrece más luces que sombras. Así, abarca a más del 90% del comercio de bienes entre ambas latitudes con liberalizaciones graduales de hasta 12 años y cuotas específicas para productos sensibles como carne vacuna, pollo y arroz. Actualmente, la Unión Europea aplica aranceles medios del 5% a las importaciones de Mercosur, mientras que el bloque sudamericano mantiene tarifas promedio del 11%, con picos de hasta 35% en alimentos, bebidas, autopartes y productos químicos.

La reducción de estas barreras representa un potencial significativo para el comercio bilateral, estimado en un incremento superior al 30% a largo plazo, con Mercosur obteniendo entre 5% y 13% de crecimiento en exportaciones y la UE menos del 1%, mientras España se posiciona como uno de los mayores beneficiarios europeos.

El acuerdo también forja marcos de gobernanza sólidos, al proteger a más de 350 indicaciones geográficas europeas y otras 220 de Mercosur, armonizar normas sanitarias, fitosanitarias y de certificación y facilitar el acceso a servicios y a las licitaciones públicas. La dimensión ambiental y social es central en el tratado. Solo así se explica que incorpore estándares laborales con sello oficial de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), compromisos climáticos del Acuerdo de París, y medidas contra la deforestación que certifican que la expansión comercial se vincule a la sostenibilidad y a la responsabilidad empresarial.

La visión geoestratégica del acuerdo

Más allá de bienes y servicios, el pacto fortalece la inversión europea en sectores estratégicos, incluyendo energías limpias, digitalización, agroindustria y minerales críticos para la transición energética, como litio, cobre y tierras raras. Asimismo, prevé mecanismos específicos de apoyo a pymes, con procesos de certificación simplificados y acceso a datos y herramientas digitales consideradas como escaladoras de la competitividad e integradoras de las cadenas de valor con vocación y dimensión internacional.

Geopolíticamente, refuerza la autonomía estratégica europea, al ofrecer un contrapeso político y económico frente al proteccionismo estadounidense y la creciente influencia china en América Latina. Para Mercosur, por el contrario, constituye una oportunidad para revitalizar el bloque, evitar acuerdos bilaterales fragmentarios y consolidar un espacio económico birregional estable.

Pese a sus beneficios, el pacto presenta grandes desafíos. Esencialmente, discrepancias sobre agricultura, sostenibilidad y competencia, que podrían generar tensiones en la Unión Europea, mientras que su ratificación completa requerirá negociaciones cuidadosas con los parlamentos nacionales. Sin embargo, el consenso diplomático de Bruselas considera que el tratado refuerza el comercio, diversifica los sectores exteriores de sus socios, asegura materias primas estratégicas y fortalece el orden multilateral, ofreciendo un marco clave para el crecimiento económico, la integración política y la cooperación sostenible en el siglo XXI. En una región, Latinoamérica, democrática e históricamente vinculada a la cultura y el comercio con el Viejo Continente en un momento en el que se corre el riesgo de provocar un decoupling en la globalización y el multilateralismo.

Para Europa, Mercosur es un mercado atractivo de 275 millones de personas y con un PIB de 3 billones de dólares, al que destina ventas por valor de 150.000 millones de dólares que convierte al bloque sudamericano en principal socio económico tras Japón y Reino Unido.

En cambio, para las economías del Cono Sur americano, el acuerdo beneficia especialmente a sus exportadores agrícolas. Así, para el Instituto Brasileño de Investigación Económica Aplicada, Brasil podría aumentar sus rúbricas vinculadas al sector primario en 6.200 millones de dólares entre 2024 y 2040, mientras que la eclosión de las ventas europeas surgiría entre los productos manufacturados y la protección de bienes como el champagne o el queso gorgonzola, que pasan a ser reconocidos legalmente entre los socios de Mercosur. 

España, nación favorecida

La economía española está ubicada entre las principales beneficiadas, según cálculos de la Unión Europea, que estima que la pasarela comercial con Mercosur podría añadir más de 77.000 millones de euros al PIB europeo, buena parte concentrados en España, “debido a su presencia consolidada en los mercados sudamericanos. En 2024, el sector exterior hispano mantuvo un flujo comercial superior a 20.000 millones de euros con el área, lo que la coloca en tercer lugar dentro de la UE, solo superada por Alemania y Países Bajos, los dos socios que, junto a España, acaparan casi el 60% de los flujos hacia Mercosur. Este posicionamiento previo -incide la comisaría de Comercio- facilita la expansión exportadora.

El vino y el aceite de oliva son los sectores que se beneficiarán más directamente de la reducción de aranceles, que en algunos casos superan el 35%, con límites históricos de acceso en los cuatro socios latinoamericanos. Bruselas estima que estas medidas podrían elevar las exportaciones de vino y aceite entre 40% y 50%, consolidando la presencia de las bodegas y productores españoles en la región. Además, España contará con 59 indicaciones geográficas protegidas que refuerzan su posicionamiento frente a competidores. Pero la reducción progresiva de aranceles también beneficiará a los sectores del automóvil, productos farmacéuticos y químicos, o a la maquinaria industrial y agrícola, cuyas ventas actuales superan los 3.000 millones de euros. 

Si bien, la agricultura hispana, con un amplio espectro de pymes, podría requerir respaldo estatal y europeo para optimizar su abordaje internacional, dado que las pequeñas y medianas firmas serán esenciales -aduce la Comisión- para catalizar el potencial del pacto.

Desde el Banco de España se constata esta tendencia. Un estudio prospectivo de sus analistas Juan Carlos Berganza, Rodolfo Campos y Jacopo Timini precisa que el comercio bilateral podría aumentar más de un tercio a largo plazo entre ambos bloques y que España puede hacer valer su competitividad y especialización agroalimentaria e industrial, además de catapultar hacia el Cono Sur americano partidas exportadoras como las del vino, el aceite de oliva, los automóviles o las de productos químicos y maquinaria.

 

La lectura predictiva

Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva defiende el libre mercado

“Es el acuerdo más excepcional alcanzado desde inicio de este siglo y una respuesta al unilateralismo. Por eso, queremos demostrar con la alianza Mercosur-UE que el orden mundial basado en el multilateralismo sobrevivirá y que es la razón por la que el mundo dio un salto cualitativo después de la Segunda Guerra Mundial. Vamos a seguir conversando con Francia, porque es un buen socio político, económico, cultural e histórico. Estoy convencido de que ratificará el contenido de una alianza que nos preserva de unas relaciones comerciales en las que han reaparecido tentaciones proteccionistas y en las que arrecian de nuevo los aranceles”.

La opinión del experto

Fredrik Persson, presidente de BusinessEurope

“En una era marcada por una profunda incertidumbre geopolítica, Europa debe reafirmar su compromiso con un comercio abierto y basado en normas y rubricar un acuerdo que es más que un tratado comercial, es una inversión estratégica en asegurar el futuro de Europa y una poderosa herramienta para el crecimiento. Estamos en una encrucijada, y Europa no puede permitirse dudar, por lo que instamos a todos los Estados miembros a aprovechar esta oportunidad de oro”.

En contexto

Mecanismos de tratados europeos de dudosa eficiencia

La eurodiputada alemana Anna Cavazzini (Alianza90/Los Verdes) analiza críticamente el acuerdo comercial. Desde una perspectiva estratégica, el pacto carece de evaluación geopolítica y presenta deficiencias ambientales, sociales y económicas significativas, porque el cumplimiento de los estándares ecologistas europeos carecen de mecanismos legalmente vinculantes y desde la óptica económica porque las pymes y sectores agrícolas de la UE se podrían enfrentar a conflictos de competencia desleal, ya que las cláusulas de salvaguardia no serán efectivas para blanquear prácticas dañinas.

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